—¡Fer! ¡Fer! ¡Despierta!
—Mmm
—¡Vamos! ¡Despierta!
Entreabro los ojos y miro el reloj que se encuentra sobre mi buró, junto a la lámpara. Son las 3:09 a.m.
—¿Qué pasa? ¿Por qué tanto alboroto?
—Tengo un par de ideas qué quiero compartirte.
—¿Ideas?
—Sí, para el libro que estás escribiendo.
—¿No podrías esperar para en la mañana?
—No, ya para en la mañana se me habrán olvidado.
Me incorporo y me siento en la orilla de la cama.
—De acuerdo, permíteme un momento.
Calzo mis pantuflas y me levanto lentamente. Aprovecho la interrupción para ir al baño. A mi regreso me vuelvo a acostar. Mantengo la luz apagada.
—A ver, ¿cuáles son esas ideas?
Y entonces, durante un lapso como de una hora, mi “yo” creativo empieza a contarme sus ideas mientras yo las reflexiono.
—¿Qué te parece? —concluye.
—Me parece muy bien, anotaré las líneas generales para desarrollar el texto más tarde ¿estás de acuerdo?
—Sí.
Me incorporo sobre la cabecera de la cama y enciendo la luz de la lámpara. Mi esposa capta el movimiento y parece que se va a despertar. Rápido apago la luz. Lo que menos quiero es despertarla. Ya con un desvelado es suficiente.
Mi esposa se vuelve a acurrucar en las cobijas y se voltea para el otro lado de la cama. Vuelvo a encender la lámpara.
Me siento en la orilla de la cama y abro con suavidad el cajón de mi buró. Extraigo una pluma y una pequeña libreta. Empiezo a anotar a manera de guía ciertas palabras que me recuerden las ideas que mi “yo” creativo acaba de darme.
Veo el reloj, son las 4:30 a.m. Apago la luz, me acuesto y me vuelvo a cobijar, pero no, ya no me puedo dormir. Se me espantó el sueño.
El tiempo avanza implacable, escucho los sonidos del silencio. A lo lejos el ruido del tren, el ladrido de un perro…o dos, las campanas de algún templo.
Cuando empiezan a sonar las notificaciones de los mensajes que llegan a mi celular veo el reloj, ya son las 5:30 a.m.
Decido levantarme, salgo de la habitación sin hacer ruido. Bajo las escaleras y enciendo la luz de mi pequeña oficina. Abro mi lap top y empiezo a escribir.
Pero no creas que todas las noches son así. La mayoría de las veces duermo plácidamente y de corridito.
Por fortuna mi “yo creativo” también me comparte sus ideas durante el día y es así como han surgido los tres libros que he publicado, los dos que tengo en proceso y las más de doscientas creaciones literarias entre cuentos, anécdotas y reflexiones que puedes encontrar en mi face o en mi página web ________
—¡Fer! ¡Fer! ¡Despierta!
—Mmmm ¿qué pasa?
—¿Recuerdas el artículo que escribiste hace unos días?
—¿Cuál artículo? —respondo casi dormido.
—Aquél al que no supiste cómo titularlo.
—Ah sí
—Pues ya tengo el título.
Abro los ojos y me incorporo recargándome sobre la cabecera de la cama. Veo el reloj, son las 4:36 a.m.
—Menos mal que hoy me dejaste dormir un poco más. Y bien…
—Mira, en lugar de utilizar el clásico “Un día en la vida de un escritor”, lo titularemos “Una noche en la vida de un escritor” ¿qué te parece?
—Me gusta, me gusta.
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