Esa tarde llegó mi hermana de visita y después de saludarnos y sostener una plática fugaz, me dijo: “Te tengo una sorpresa”. Sacó de su bolso un paquete envuelto en papel celofán y me lo entregó.
Abrí el paquete y vi que eran unos deliciosos turcos, que son como empanadas elaboradas con harina, carne de cerdo o de soya y rellenas de miel y canela. Tomé uno para olerlo y en ese momento mi mente viajó al pasado.
Mi papá fue ferrocarrilero toda su vida laboral y a veces lo enviaban a trabajar a Monterrey o a Nuevo Laredo. Cuando regresaba de sus viajes y entraba a la casa echaba un chiflido muy característico de él y entonces mi hermana y yo dejábamos lo que estábamos haciendo y acudíamos a recibirlo.
—Adivinen qué les traje —decía.
Luego sacaba de su maleta una bolsa y todos exclamábamos:
—¡Turcos! ¡Qué rico!
Y de inmediato empezábamos a dar cuenta de ellos con un vaso con leche que mi mamá ya nos había servido.
Le agradecí a mi hermana por el obsequio, ella se sintió muy satisfecha de saber que compartíamos el mismo recuerdo y esa misma noche mi familia y yo disfrutamos del manjar.
Cuando todos se fueron a dormir, yo me quedé en el comedor oliendo la bolsita vacía de celofán y al cerrar los ojos, veía en mi mente la figura alegre de mi padre y la armonía en mi familia. Eso me trajo paz.
Dicen que debes dejar el pasado atrás y enfocarte en el presente, pero una vez escuché a la psiquiatra y escritora Marian Rojas-Estapé mencionar que evocar recuerdos gratos tiene efectos bioquímicos positivos en nuestro organismo.
Por eso es que, aunque disfruto mucho de mi presente, de vez en cuando me doy el lujo de hacer uno que otro viaje al pasado.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

