Entré a la tienda de regalos y sonó la campanita que se encontraba adherida a la puerta.
—Buenos días.
—Buenos días —contestó el dependiente, un hombre muy amable de unos setenta años, bajito de estatura y con poco pelo en su cabeza— sea usted bienvenido. ¿En qué le puedo servir?
Miré a mi alrededor buscando algunos regalos para mi esposa y mis hijos, pero, aunque vi que había infinidad de cajas envueltas en diversos tipos de papel y adornadas con moños de diferentes colores, no vi artículos específicos.
—Quiero comprar algunos regalos para mi familia.
—¡Oh no! —Respondió el hombre sonriendo— aquí solo vendemos regalos para Dios.
Me quedé admirado y seguramente el hombre percibió mi extrañeza.
—¿Regalos para Dios? ¿Acaso hay algo que el ser humano pueda regalarle? Siempre he pensado que todo es de Él
.
El hombre sonrió comprensivo.
—Tiene usted mucha razón, pareciera ser que todo lo que nos rodea son cosas que Él nos da, pero sí, hay algunas cosas que nosotros le podemos regalar.
—A ver ¿Qué es lo que hay en esa caja? La que está adornada con el moño verde.
El hombre tomó la caja del estante y la trajo frente a mí.
—Esta caja contiene trabajo.
—¿Trabajo?
—Sí, el trabajo que usted realiza todos los días.
—Pero, mi trabajo es muy sencillo, me pagan poco y a veces ni es valorado.
—Pues usted debe saber que, aunque sea sencillo, si le ofrece a Dios con mucho amor su esfuerzo para realizar su trabajo, para Él es un regalo.
Me pareció interesante.
—¿Y ese del moño rojo?
—¡Ah! Ese contiene sufrimientos. Ese es otro regalo que a Dios le agrada mucho.
—¿Qué tipo de sufrimientos?
—Pues, por ejemplo, su cansancio, el sufrimiento derivado de sus enfermedades, desde una gripe hasta una enfermedad terminal, si usted se los ofrece con amor.
Me pareció maravilloso. Y así, le fui preguntando por diferentes regalos y descubrí que, entre las cosas que podía regalarle a Dios, estaban: Mis alegrías, preocupaciones, logros y mis buenas acciones. De pronto, me llamó la atención una caja muy grande envuelta con un papel color dorado y adornada con un moño color plata.
—¿Y esa caja? ¿Qué regalo es?
—¡Ah! es el regalo que más le agrada al Señor. Es el amor.
—¿El amor? ¿El amor a quién?
—El amor a Dios, a usted mismo y a sus semejantes. Cada cosa que usted realice, si la hace con amor, es un tesoro para Dios.
—¿Y cuánto cuesta esa caja?
—Aquí está lo maravilloso, todos los regalos que usted desee darle a Dios son gratuitos, pero naturalmente hay que pagar un precio.
—¿No es eso contradictorio? Si primero me dice que son gratuitos ¿cómo es que hay que pagar un precio?
—Así parece, pero no, lo que sucede es que el precio no es material.
No entendí y él lo captó.
—Por ejemplo, si quiere regalarle amor, bueno pues entonces usted tiene que renunciar a sí mismo, a dejar a un lado el odio y la inclinación natural que a veces tenemos al egoísmo. Ese es el precio al que me refiero.
—Entiendo.
—Bien ¿Qué regalo desea llevar hoy?
—¡Ay! Quisiera llevármelos todos, pero hoy elijo el del amor, la fe, mis sufrimientos y el esfuerzo al hacer mi trabajo, solo para empezar.
—¡Excelente elección! —Dijo el hombre entusiasmado— ya verá que no se arrepentirá. Cuando usted le entregue estos regalos a Dios, Él se los regresará al ciento por uno.
—Le agradezco mucho y ¿en qué días y horas tiene abierto este lugar? quiero venir por más regalos.
—¡Oh! yo estoy las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, así es que en el momento en que usted lo desee, puede venir, al fin y al cabo, esta tienda se encuentra disponible en su corazón.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

