Un lunes, mi esposa y yo salimos al centro para realizar algunas compras y pagos.
Como estaba haciendo bastante calor compramos una bebida para refrescarnos.
Justo cuando nos disponíamos a ingresar a un establecimiento vimos que había un cartel con una imagen que prohibía la entrada de bebidas y alimentos.
Mi esposa y yo intercambiamos miradas y exclamé:
—Si quieres, tú entra y yo te espero aquí afuera con las bebidas.
Ella aceptó y entró.
Me ubiqué debajo de una marquesina para protegerme un poco del sol. A lo lejos escuché a uno de los artistas urbanos que, con su micrófono y bocina, cantan en el jardín principal.
Estuve observando el pasar de los autos y el vaivén de la gente. Personas de todas las edades y estratos sociales.
Vi a un grupo de alumnos —chicos y chicas— portando sus uniformes escolares y departiendo alegremente. Ejecutivos de traje y corbata cargando sus portafolios. Amas de casa con sus bolsas repletas de víveres; seguramente venían del mercado.
En esos días, mi familia y yo estábamos atravesando por un problema más o menos considerable y al ver a toda esa gente me hice una pregunta: ¿qué problemas estará afrontando cada una de esas personas que van y vienen por la calle?
Veía un rostro y pensaba: “tal vez él tiene un enfermo en casa”. Veía otro rostro y decía: “tal vez ella afronta un problema económico”. “Tal vez él tiene problemas en su trabajo” decía mirando a quien iba apresurado con su portafolio y así, iba mirando los rostros de los transeúntes.
Naturalmente que nadie se fijaba en mí.
Luego empecé a imaginar cómo sería ese trajinar de personas, en ese mismo lugar, pero en 1924, hace cien años. Seguramente muchas cosas eran diferentes.
Me imaginaba a gente ataviada con ropa de aquella época. Algunos hombres con sus pantalones de manta y sus sombreros, mujeres con sus enaguas y algunas de ellas cargando a sus niños en sus rebozos. Y alguna que otra persona vestida de forma elegante.
Supuse que esas personas seguramente también afrontaron problemas. De salud, económicos, laborales, emocionales, familiares, en fin.
Y me pregunté: ¿dónde están esas personas? ¿dónde quedaron sus problemas? Todo ha pasado.
Ahora, en 2024, por esas mismas calles, transitamos otras personas con otros problemas que, dicho sea de paso, se solucionarán. De una u otra forma, pero estoy seguro que así sucederá.
Y lo más probable es que, dentro de cien años, pasarán otras personas por las mismas calles, afrontando sus respectivos problemas.
Entonces concluí que, aunque es importante preocuparnos y ocuparnos en resolver los problemas que se nos van presentando en la vida, es más importante valorar las bendiciones que tenemos.
Algo pasó en mi interior ese lunes. Por una extraña razón, me sentí liberado, más feliz. Y sonreí.
—Listo, ya podemos irnos —exclamó mi esposa al salir del establecimiento— ¿me regresas mi bebida?
Sonreí, se la entregué y le di un abrazo ante su evidente asombro.
—¿Y eso? —me preguntó.
—Nada —respondí encogiendo los hombros— ya estoy listo, sigamos disfrutando de esta maravillosa aventura que se llama vida.
0
0
votos
Calificar la publicación
Conectar con
I allow to create an account
When you login first time using a Social Login button, we collect your account public profile information shared by Social Login provider, based on your privacy settings. We also get your email address to automatically create an account for you in our website. Once your account is created, you'll be logged-in to this account.
DiscreparAceptar
Conectar con
I allow to create an account
When you login first time using a Social Login button, we collect your account public profile information shared by Social Login provider, based on your privacy settings. We also get your email address to automatically create an account for you in our website. Once your account is created, you'll be logged-in to this account.
DiscreparAceptar
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios