Un lunes por la mañana yo iba conduciendo mi vehículo en medio de un tráfico intenso. La luz del semáforo cambió a rojo y me detuve. Delante de mí se encontraban tres vehículos. Cuando la luz cambió a verde, el auto que estaba hasta adelante no se movió y empezaron a sonar los cláxones de los dos autos que iban atrás de él. El conductor del auto que se encontraba en segundo lugar se desesperó, se salió de la fila y siguió su camino no sin antes “mentarle la madre” al del auto de adelante.
Avancé un espacio. El chofer del auto que iba delante de mí, se bajó y se dirigió al que se encontraba detenido y pudo darse cuenta que lo conducía una señora joven acompañada por su hija pequeña. La señora estaba apenada y desesperada porque sabía que su vehículo estaba obstruyendo el tráfico debido a una falla mecánica. Entonces sucedió algo maravilloso: el que iba delante de mí y algunos transeúntes empezaron a empujar el vehículo de la señora y lo llevaron hasta un lugar seguro y despejado para que ella pudiera hacer una llamada a través de su celular.
Esa escena me conmovió y me dejó reflexionando respecto a que un acto de amor no necesariamente debe ser sentimental. Las personas que ayudaron a la señora no la conocían, por lo tanto, no tenían un sentimiento de afecto por ella, sin embargo, tomaron conciencia de que necesitaba ayuda y se pusieron en acción.
Todos esos actos sencillos y cotidianos parecieran ser irrelevantes, pero como dijo la Madre Teresa: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota de agua en el mar, pero el mar sería menos sin esa gota”.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

