Dice un refrán popular: “En el pedir está el dar”, esto significa que si se pide algo de buena manera hay más posibilidades de recibirlo.
A veces pienso que, cuando oramos a Dios, también se requiere saber pedir.
Hay un pasaje bíblico que me parece muy ilustrativo.
Cuando murió el rey David le sucedió en el trono su hijo Salomón y cuando éste estaba por iniciar su reinado, una noche Dios se le apareció y le dijo: “Pídeme lo que quieras y te lo daré”.
Salomón reconoció que fue Dios quien lo había puesto en ese lugar y le respondió:” Dame la sabiduría y el entendimiento para que pueda conducir a tu pueblo…”
Dios se alegró con la respuesta de Salomón y le dijo: “Ya que éste es tu deseo y no has pedido riquezas ni bienes ni gloria ni la muerte de tus enemigos ni larga vida, por eso desde ahora te doy sabiduría y entendimiento y además te daré riquezas, bienes y gloria como no las tuvieron nunca los reyes que fueron antes de ti ni las tendrá ninguno de los que vendrán después de ti”
¡Qué maravilla! ¿no?
Me pregunto cuántos de nosotros le hemos pedido a Dios sabiduría para conducir correctamente a nuestra familia, nuestro trabajo o nuestro comportamiento personal.
A Dios nadie le gana en generosidad y cuando recibe una oración con esa sencillez y humildad como la de Salomón, nos da la sabiduría y mucho más.
A estas alturas de mi vida yo casi no le pido nada, más bien le agradezco por todas las bendiciones que recibo día con día, porque Él sabe lo que necesito antes de que yo se lo pida. Inclusive, aquello que no le sé pedir.
Cuando Jesús estuvo aquí en la tierra nos dejó algunas enseñanzas respecto a la forma de pedirle a Dios.
Una muy sencilla: “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá, porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra y al que llama, se le abre”
Pero también hay que estar conscientes de que Dios concede solo aquello que nos hace bien, porque nos ama.
Supongamos que yo le pido con mucha insistencia y fervor que me conceda riqueza o fama o poder. Estoy seguro que Él lo pensará dos veces —es un decir— porque Él conoce bien el futuro y si sabe que al concedérmelo perderé lo más valioso: Mi alma o lo más importante: mi familia, mi salud, mi tranquilidad, entonces no me lo concederá, por mi bien. Y cuando es algo bueno, no hay duda de que lo obtendré.
Otra frase que dijo Jesús y que para mi gusto es contundente dice: “Cuando ustedes pidan algo en oración, crean que ya se les ha concedido y lo obtendrán”
A esto le llamo fe. La fe no solo es creer, también es confiar.
Pero creo que es importante que cuando le pidamos algo a Dios, debemos contribuir para lograrlo.
Por ejemplo, si le pido que me conceda un mejor empleo, al menos debo buscar ese nuevo empleo. Tocar puertas, “meter solicitudes”, como se dice coloquialmente.
O si quiero mejorar mi salud, al menos debo acudir con el médico y seguir el tratamiento que me prescriba.
“A Dios rogando y con el mazo dando”, dice otro refrán.
Ahora que, si se trata de pedir, me gustaría pedir lo que realmente vale la pena: Estar con Él por toda la eternidad.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.