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—¿Qué tantas cosas lleva en su portafolio profesor Adonai? —me preguntó con mucha confianza y espontaneidad mi alumna Imelda cuando caminábamos por uno de los pasillos interiores de la escuela con dirección al salón de clases. En medio del vaivén de alumnos y maestros detuvimos nuestro caminar y abrí mi portafolio para mostrarle el interior. —Mira, son libros, —respondí— es mi equipo de asesores. Ella asintió sonriendo y reanudamos nuestro andar. Cuando llegamos vi con agrado que, ante el asombro de mis alumnos, mi amigo el conserje ya había instalado una mesa de ping pong en el centro del aula y acomodado los pupitres alrededor de ésta. —Muy buenos días jóvenes —saludé— tomen sus lugares por favor que daremos inicio la clase. Poco a poco todos se fueron ubicando en su lugar. —Hoy hablaremos sobre las normas básicas para una buena conversación. Algunos alumnos no dejaban de observar la mesa como preguntándose: “¿qué tenía que ver ese tema con el ping pong?” —Para ello quiero solicitar a dos voluntarios que pasen al centro. Como si tuvieran un resorte integrado a sus pies se levantaron cuatro alumnos —dos chicas y dos chicos—. —Mmm, solo requiero dos —precisé— pero no se preocupen, en esta dinámica habrá juego para los otros, por ahora por favor solo un par. Los dos chicos, demostrando su caballerosidad, volvieron a sentarse. Les agradecí. Berenice y Linda fueron las dos chicas que quedaron en el centro. Le entregué la pelotita a Bere y empezó el juego. Todos las veíamos con tranquilidad, pero conforme fueron avanzando, la adrenalina y la euforia subió de intensidad y ya cuando acordé todos en el salón éramos un manojo de nervios. Cuando Linda alcanzó el puntaje máximo, les agradecí a ambas su participación, ellas regresaron muy sonrientes a sus lugares y luego le pedí a la otra pareja —ahora los dos chicos—que pasaran al centro. Cuando terminaron de jugar le pedí a Alfredo y a Marcos que pasaran también. Un día antes ya me había puesto de acuerdo con Alfredo sobre la forma que debía actuar en el partido. Cuando estaban en el centro le di la pelota a Alfredo. —Que empiece el juego —indiqué. El joven empezó a pegarle a la pelota con las pequeñas paletas de madera, botándola en su propia área, sin lanzársela a Marcos. Todos, —principalmente su oponente— se quedaron extrañados con su actitud y empezaron a reclamar y a chiflar para que soltara la bola, pero él seguía jugando con la pelota en lo individual. Marcos me miró y abriendo sus brazos hizo un ademán de: “¿Qué está pasando?” Le hice un guiño a Alfredo y fue cuando lanzó la bola y empezaron a jugar. Cuando terminó el juego les pedí que se sentaran. —Vamos a analizar las normas básicas de una adecuada conversación —exclamé— la primera es: “cuando hables con alguien, siempre mírale a los ojos”… …la segunda es: “no acapares la pelota”. Como ustedes pudieron apreciar, el juego es agradable cuando ambos jugadores tienen la bola alternadamente, pero ¿qué pasa cuando uno de ellos la retiene? —Es desesperante —contestó Marcos. —Y aburrido —complementó Linda. —Así es, —confirmé— imaginen que ustedes se reúnen con un amigo para charlar. Lo peor que pueden hacer es acaparar la conversación… …Si una persona acapara la conversación tal vez la charla le parecerá muy divertida, pero ¿será igual para quien solo escucha?, entonces, ¿cómo debe ser una conversación? —Fluída —respondió Gema, otra de mis alumnas. —Así es, como el ping pong: un ratito tú y un ratito yo, otro ratito tú y otro ratito yo. …Ahora bien, eso aplica si la conversación es entre dos o más personas. Una reunión es más agradable cuando todos tienen oportunidad de participar. Mis alumnos permanecían en silencio, atentos. —Y la tercera norma es: “respeta a tu interlocutor” …esto lleva implícito no interrumpir ni arrebatar la palabra… …Así como en el juego de ping pong los contendientes respetaron las reglas. Cuando converses con alguien, respeta su tiempo y su manera de pensar y de hablar. Deja que tu interlocutor exprese su idea de forma completa. Puede que no estés de acuerdo con ella, pero aprende a escuchar. …Y si en esa conversación vas a expresar una idea diferente o contraria a la de tu interlocutor, debes ejercitar una habilidad que se llama “tacto”. …Hay personas que presumen ser sinceras y directas en su forma de hablar, pero lo malo es que no lo hacen con tacto. …No hay que olvidar que, también es un acto de caridad hacia los demás decir las cosas de tal forma que no lastime su autoestima. Y así, sin sentir el tiempo, fuimos abordando el tema del día y cuando ya estábamos para concluir Imelda levantó la mano. —Profesor, ¿de dónde obtiene usted toda esa información que nos comparte en las clases? Por ejemplo, esto de las normas de una buena conversación. Asentí y me dispuse a darle respuesta. —Previo al inicio del ciclo escolar yo presento a la dirección un programa que contiene todos los temas que veremos en cada clase y si deseas saber de dónde obtengo esos temas… Me dirigí hacia mi escritorio, tomé mi portafolio y extraje un libro. —De los libros como este Ime, pásenselo por favor para que lo conozcan. Algunos alumnos veían el libro con cierta indiferencia. Otros se tomaban el tiempo para hojearlo. Otros incluso le tomaron fotos. Al llegar el libro a Imelda, ella expresó en voz alta: “Normas de urbanidad”. —¿Por qué este libro no lo utilizan todas las escuelas? —preguntó de manera espontánea. Encogí los hombros e hice una mueca para reflejar que desconocía la respuesta. —Tal vez deberían hacerlo —comenté— pero ¿sabes, mi querida Ime?, la educación debe forjarse desde el interior de cada familia, por lo tanto, la pregunta sería ¿por qué este libro no lo utilizan las familias? La chica asintió y siguió pasando el libro. —Profesor —intervino Mónica— hay muchas personas que dicen que la educación de antes era mejor que la de nuestra generación. —Sí, —complementó Rafael— incluso algunos dicen que la nuestra es una generación de cristal, usted qué piensa profesor. Di unos pasos hacia adelante para estar más cerca de ellos. —Respecto a si creo que la generación anterior es más educada que la actual pienso que no se debe generalizar pues puede haber personas de esta generación que son más educadas que otras de generaciones anteriores. Y viceversa. …la educación no depende de las generaciones sino de las personas y de las familias en lo particular. …Respecto a denominarle “generación de cristal”, yo no estoy muy de acuerdo en utilizar connotaciones despectivas ni hacia las personas ni a las generaciones. …Cada generación tiene sus fortalezas y sus debilidades… Algo que ya no comenté con mis alumnos pero que fluyó en mi mente en este instante fue que criticar a una generación actual por parte de la generación anterior es como dicen vulgarmente “escupir hacia arriba” porque si la generación actual está mal educada ¿de quién era la responsabilidad de educarla? Pues de la generación anterior. Entonces, ¿cómo puedes criticar lo que tú mismo has omitido? —Yo creo que cada familia debe analizar qué tan bien educados están sus integrantes y no me refiero solo a la cuestión académica sino principalmente a la que tiene que ver con su comportamiento cotidiano en la sociedad… …Y si se identifica que en una familia hay algo por mejorar, es necesario trabajar en ello y no andar criticando a una persona o a una generación. …Y por lo que a ustedes respecta mis queridos alumnos, yo les invito a que lean, que se auto eduquen… …Miren, sus padres están haciendo lo que consideran que es correcto para su educación, pero, aun así, tendrán sus omisiones. …Que no les extrañe eso, ustedes lean y prepárense para que su forma de comportamiento en la vida sea cada vez mejor. …No sabemos cuántos años viviremos en este mundo, así es que, vamos a vivirlos lo mejor posible ¿no creen? Casi todos asintieron con la cabeza. De pronto se escuchó el sonido de la campana que indicaba que había terminado la clase. —Muy bien, pues les agradezco mucho su atención. Con el favor de Dios nos vemos mañana.
Fermín Felipe Olalde Balderas
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas

Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

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