Era un domingo por la tarde y nos habíamos reunido en familia para festejar mi cumpleaños. Entre los invitados, estaban mis dos pequeños nietos.
Mi esposa sacó del refrigerador el pastel y empezaron a cantar las mañanitas. Yo estaba sentado y los demás a mi alrededor. Antes de apagar la velita me invitaron a que pidiera un deseo.
Alcé mi mirada y fue cuando lo vi ahí de pie entre mis familiares. Era Jesús de Nazaret. Estaba sonriendo, disfrutando de la fiesta. Tenía su mano izquierda sobre el hombro de mi nieto el mayorcito y con su mano derecha bendecía la cabeza de mi otro nieto que aún es un bebé.
—Qué honor que estés aquí Señor —le dije y cuando vio mi intención de ponerme de pie hizo un movimiento con su mano para indicarme que siguiera sentado.
—Ya sabes que también estoy contigo en los momentos de alegría —exclamó— ¿Ya pediste tu deseo?
—No —respondí apenado y volví a mirar la luz de la vela.
Pensé pedir un deseo para mí pero luego me pregunté si pudiera cambiarlo por uno para cada uno de mis nietos.
—Está bien —respondió Jesús al conocer mis pensamientos— adelante.
—Mi deseo es que estos niños ( y los que vengan) aprendan a amar a Dios sobre todas las cosas y a sus semejantes como a sí mismos. De esa forma su vida no estaría vacía, tendría sentido. No pido más. ¿Crees que es un deseo realizable? —le pregunté.
—Pues, depende de qué tan bien hayas formado a tus hijos porque ahora a ellos les corresponde enseñarles el amor a Dios, a sus prójimos y a sí mismos.
Ups. Me dejó pensando y luego asentí con la cabeza.
—Aun tienes tiempo para reforzar —completó.
Iba a soplar la vela pero recordé que todavía estamos en pandemia así es que tomé la velita encendida, la alejé de los invitados y del pastel y al soplarle se apagó. Todos aplaudieron. Me puse de pie, Jesús se acercó, me dio un abrazo y me susurró al oído: “Así como lo creas, así será”.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

