LOS CIRINEOS

La representación de “Las tres caídas” en la Semana Santa es una tradición en el Barrio del Zapote, mi barrio.
Un viernes santo que mi familia y yo presenciábamos la representación vimos cómo el actor que interpretaba a Cristo cargaba la cruz con mucho esfuerzo, el sol era abrazador, los soldados lo golpeaban con látigos en medio de la muchedumbre.

De pronto apareció otro personaje en la escena. Un hombre vestido a la usanza judía ayudó al Nazareno a cargar la cruz.

Dice el evangelio de San Mateo que se llamaba Simón y era natural de la región de Cirene. En el evangelio de San Marcos dice que era padre de Alejandro y de Rufo, lo cual refleja que posiblemente era una persona de edad madura y fue obligado por los soldados a ayudarle a Jesús.

Eso me recordó a una gran amiga nuestra. Ella vivía tranquilamente con su esposo cuando una mañana él ya no se pudo levantar de la cama por una enfermedad. A partir de ahí se les vinieron una serie de adversidades que hicieron su vida un calvario. La “cruz” estaba pesada y la cargaba el esposo, pero ¿y qué me dicen de ella? Tampoco la tenía fácil. Ella lo apoyó en todo momento cargándolo para bañarlo, cambiándole el pañal, llevándolo a sus consultas médicas, saliendo a altas horas de la madrugada para tomar un taxi y llevarlo al área de urgencias del hospital y viajando con él a León para su consulta con el especialista. No, no estuvo fácil, pero ella lo hizo con amor y perseverancia durante muchos años. Finalmente su esposo falleció y ambos, de alguna forma, descansaron.

A personas como ella son a las que admiro. Son los Cirineos de nuestra época quienes voluntariamente u obligados por las circunstancias ayudan a Jesús de Nazaret en la persona de un esposo, un padre o un hijo, que se encuentran sufriendo alguna adversidad. A estos Cirineos hoy les doy mi reconocimiento y les digo que tengo la firme convicción de que recibirán grandes bendiciones desde esta vida y con mayor razón, en la otra.