Ya desde que estaba en cuarto o quinto de primaria se empezó a notar más mi crecimiento en estatura y eso me generó algunos problemas.
No me molestaba que tuviera que formarme hasta los últimos lugares de la fila, lo que me incomodaba era que mis compañeritos, —la mayoría de ellos más bajitos que yo— se burlaran de mí.
Yo pensaba que, al concluir la primaria, se acabaría el bullying, pero no, en la secundaria se acentuó.
Mis compañeros hacían bromas y me ponían sobrenombres relacionados con mi estatura y tú sabes que, precisamente en la adolescencia, es la etapa donde uno más necesita sentirse aceptado.
Cuando crecí aprendí que todas las experiencias o vivencias de las personas, definen ideas, emociones y procesos mentales que moldean la personalidad de una manera determinada.
Yo desarrollé un complejo. En Psicología, un complejo es una condición que pone de manifiesto cierta disconformidad con aspectos físicos y psíquicos que tratan de ser compensados de una forma u otra.
Con el fin de sentirme aceptado por los demás solía encorvarme para estar “a su nivel” a pesar de que frecuentemente mi mamá me decía: “Párate derecho”
Mi mamá, —tan hermosa—, sin saberlo también contribuía un poco a ese complejo ya que cuando íbamos a comprar zapatos se desesperaba porque en las zapaterías no había de mi número y ahí, —frente a la señorita que nos atendía—, de manera espontánea dejaba salir la expresión: “Es que este muchacho calza bien recio”. Y ya te imaginarás, yo sentía culpa y vergüenza.
Así es que por muchos años yo creí que mi estatura era un defecto y por supuesto que afectaba mi autoestima.
Con el paso del tiempo, a través de la lectura y la formación, me di cuenta que involuntariamente yo estaba cometiendo un error: No me aceptaba tal como era.
El supuesto “defecto” que yo tenía, nunca existió. Todo estaba en mi mente.
¿Sabes cuál es mi estatura? 1.78 mts. En realidad, no estoy tan alto. Conozco personas —mis hijos, por ejemplo— están más altos que yo.
Aprendí que un aspecto importante para ser felices en la vida es aceptarnos tal como somos y liberarnos de todos esos complejos que en ocasiones tenemos.
Cuando yo me acepté tal como soy, me sentí liberado y más feliz.
Si tu estatura es alta o baja, si tu complexión es robusta o delgada, si tienes así o asá tu nariz, tus ojos, tu boca o tu pelo. Si tu temperamento es tranquilo o explosivo, si tu personalidad es tímida o sociable, recuerda lo que te voy a decir:
¡Tú eres perfecto, perfecta!
Ahora bien, eso no significa que dejes de trabajar en aquello que te haga una mejor persona.
Por ejemplo, si tu temperamento es muy explosivo y eso te provoca algunos problemas tú puedes ir trabajando en controlarlo. Te recomiendo leer el libro “Inteligencia emocional” de Daniel Goleman.
Si padeces sobrepeso u obesidad tú puedes ir trabajando para ir llevando tu cuerpo a un nivel normal, pero más con el objetivo de mejorar tu salud y no tanto de complacer a los demás. Te recomiendo asesorarte con un especialista en nutriología.
Cada noche, es como si muriéramos y cada día es como nacer de nuevo. Es una nueva oportunidad para mejorar.
Al final, lo importante es que tú vivas feliz y para lograrlo te sugiero empezar aceptándote tal como eres.
Cuando te liberas de complejos, tu autoestima se eleva de inmediato y cuando eso sucede, puedes lograr muchas cosas, mejorar en los diferentes ámbitos de tu vida.
Así es que, analiza cuáles son los “defectos” que supuestamente tienes, los complejos que tú u otras personas te han hecho sentir y libérate.
Cuando lo hagas, te darás cuenta de lo bello que es la vida.

Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.