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Un jefe de la delincuencia se infiltró como empleado a una empresa ubicada en la zona industrial. Identificaba al personal y luego coordinaba a sus secuaces para que, al salir de su turno de trabajo, los asaltaran.

El único que faltaba de ser asaltado era Luis, un obrero que terminaba su turno a las doce de la noche, entonces los delincuentes acordaron asaltarlo al salir de su trabajo..

Al día siguiente, el jefe les preguntó a sus secuaces cómo les había ido con Luis.

—No lo pudimos asaltar —contestó uno de ellos— tiene contratado un equipo de seguridad que lo custodia a toda hora.
—¿Qué? —Exclamó el jefe de los delincuentes— ¿Un obrero con seguridad?
—Pues sí, son más de diez elementos y se ven imponentes.
—Eso tengo que verlo. Esta noche iremos a darle una sorpresa.

Cuando terminó el turno, Luis salió y los maleantes lo siguieron. El cabecilla no podía creer lo que estaba viendo: Luis empezó a conducir su bicicleta tranquilamente. Adelante de él iban dos motociclistas y adelante de ellos, un auto. Iba otro motociclista en cada uno de sus costados y dos vehículos atrás de él. Todos custodiándolo. El jefe de la mafia se quedó impresionado y mejor optó por no actuar en ese momento y más bien con el tiempo se fue ganando la confianza de Luis, dentro de la planta, y un día le preguntó acerca de su equipo de guardaespaldas.

—¿Guardaespaldas? —Preguntó Luis asombrado— ¿Cuáles guardaespaldas? ¿Te parece que con mi salario de obrero podría contratar seguridad?

El cabecilla no entendía lo que estaba pasando y luego le preguntó a Luis qué es lo que hacía cada día hasta el momento de salir a trabajar.

—Pues mira —respondió Luis— en realidad no hago nada excepcional, trato de cumplir con lo que Dios manda, voy a misa y recibo mi comunión semanal, rezo mi rosario diario y cada día me salgo a trabajar con la fe en que Él me protegerá.

—¿Y crees que por eso que haces es que no te han sucedido cosas graves? Por ejemplo, un asalto —Preguntó el delincuente.
—Yo pienso —respondió Luis— que cada quien tiene su forma de vivir su fe, yo la vivo de esa manera y tengo la convicción de que, si esas prácticas no me libran de un incidente grave, al menos me permitirán tener el valor y la sabiduría para afrontarlo.

Al día siguiente que los delincuentes le preguntaron a su jefe ¿qué había podido descubrir acerca de Luis? éste les contestó:

—Lo mejor es que lo dejemos en paz, cuenta con una protección que supera nuestras fuerzas.

Fermín Felipe Olalde Balderas
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas

Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

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