Me encantan los cacahuates en sus diferentes formas de preparación. Un día de mi cumpleaños, al finalizar la clase, una de mis alumnas me obsequió una cajita adornada con papel de regalo y un moño color dorado.
Asombrado, la recibí y cuando abrí el regalo, vi que contenía un recipiente de porcelana color nácar de unos quince centímetros de largo por cinco de profundidad, con una abundante ración de cacahuates tostados y nueces de la india.
No pude evitar demostrarle mi felicidad. Le agradecí y le regalé mi mejor sonrisa y un abrazo. Lo maravilloso para mí no fue el regalo en sí mismo, sino el detalle.
Más tarde, a invitación de mis alumnos, me dirigí hacia la cancha empastada de la preparatoria y me ubiqué en una de las gradas de concreto que se encuentran al lado de ésta con el fin de presenciar un partido de futbol soccer.
El día estaba hermoso con un cielo despejado y un sol radiante. El canto de las aves para mí era música celestial.
Mientras se desarrollaba el juego, empecé a degustar una porción del “Cacao de la tierra” —eso significa la palabra “cacahuate” en lengua náhuatl— y de los sabrosos Cayú o nueces de la India.
Faltaban unos minutos para que concluyera el encuentro cuando vi que se acercó Jasiel, uno de mis alumnos de sexto semestre.
—Hola profesor Adonai.
—¡Qué tal Jasiel! Ven, siéntate, todavía alcanzas a ver algo del juego
El joven se sentó a mi lado. Lo noté cabizbajo.
—¿Gustas? —le ofrecí de mi botana.
—No gracias, estoy bien —su rostro reflejó una leve sonrisa— ¿cómo van?
—Empatados a dos goles.
El muchacho asintió con la cabeza.
—Ahora que recuerdo —le dije— ¿no eras tú el goleador del equipo?
—Sí —respondió con un dejo de nostalgia— lo era.
—¿Y luego? Allá te están necesitando —señalé hacia la cancha.
—Tuve que dejarlo, mi mente ahora está ocupada en otras cosas.
Me extrañó su respuesta, pero no le di importancia, seguimos viendo el partido. Después de unos minutos, volteó a verme y exclamó:
—Estoy metido en un problema bien grande profesor.
Dirigí mi mirada hacia él.
—¿Un problema?
—Sí, de hecho, no vive a ver el juego sino a buscarlo a usted.
—¿Quieres que hablemos de ello?
—Me gustaría, si es que su tiempo se lo permite.
—Claro, estoy a tu disposición.
En ese momento concluyó el partido y la mayoría de los jugadores nos saludaron desde lejos.
—¡Bien jugado! —Grité y les hice una señal con el pulgar arriba.
Ellos respondieron con la misma señal y se dirigieron a los vestidores.
—¿Qué te parece si buscamos una sombra? —le propuse.
—Sí profesor, está bien.
Bajamos de las gradas y nos dirigimos a la zona de recreo, a unos metros de la cancha. Nos sentamos en una de las bancas de madera que se encontraban bajo un frondoso encino y empezamos a platicar.
—La regué bien feo profesor —exclamó Jasiel moviendo su cabeza en señal de desaprobación— pero bueno, empezaré a platicarle desde el principio…
…Tengo mi novia, se llama Denisse y hemos estado saliendo desde hace más de un año. Nos queremos mucho y desde hace poco más de tres meses, empezamos a tener relaciones sexuales…
…Pero fui un estúpido profesor. No por haberme enamorado de ella porque todo ha sido con mucho amor, sino por no tomar las medidas de protección que tanto nos han enseñado en la escuela.
—Entiendo —susurré.
—La cuestión es que hace unos días Denisse me dio la noticia de que está embarazada. Aun no lo sabe nadie, solo nosotros y ahora usted.
—¡Oh! Gracias por la confianza.
—Denisse y yo hemos hablado sobre esto y…—hundió su cabeza entre sus manos—…estamos bien chavos profesor.
—Lo sé.
—Pero tarde o temprano nuestros padres lo sabrán así es que yo le propuse a ella que de una vez les demos la noticia, pero ya con una solución.
Un presentimiento embargó mi corazón.
—Le propuse que abortara.
¡Ay! Sentí como si me hubiera clavado una daga en el estómago, pero acusé el golpe con entereza.
—¿Y qué dijo ella? —pregunté preocupado.
—No aceptó.
Respiré aliviado.
—Ella está decidida a tener al bebé —mi joven alumno se puso de pie, colocó sus brazos en jarra y fijó su mirada en el horizonte— como yo no estuve de acuerdo, me dijo que, si quería, podía irme, que ella afrontaría la situación sola.
Asentí y suspiré.
—Tengo tantas dudas en mi cabeza profesor, no sé qué debo hacer. ¿Apoyo la idea de tener al bebé? ¿Ahora debo casarme con ella? ¿Le tomo la palabra y me largo?
El joven tomó asiento y nuevamente volvió a sumir su cabeza entre las palmas de sus manos. Me acerqué un poco más a él y puse mi mano sobre su brazo.
—Tranquilo Jasiel, no te angusties, vamos a pensar las cosas con calma y verás que todo tiene solución.
El muchacho no pudo contener el llanto. Pasé mi brazo sobre sus hombros y él, apenado por llorar, repetía: “perdón, perdón”.
—Nunca te avergüences de llorar, las lágrimas son un descanso para el alma.
Mi alumno se fue serenando:
—¿Qué me sugiere profesor?
Crucé mis brazos, acaricié mi barba y respiré hondo.
—Son varios los pensamientos que pasan por mi mente, pero ante todo quiero pedirte que no te desesperes, todo va a estar bien.
—Gracias —susurró y entonces me atreví a darle mi humilde opinión.
—Primero, —inicié— me voy a referir al tema del bebé…
…Me alegra que Denisse esté decidida a dejarlo vivir
Mi alumno me miró desconcertado. No era la respuesta que él esperaba de mi parte, pero me dejó seguir hablando.
—Sé perfectamente que tanto a ella como a ti les representará un gran cambio en su vida, pero la verdad es que el bebé no tiene la culpa de las decisiones que tomamos los adultos, creo que él tiene derecho a vivir…
…No tengo el gusto de conocer a Denisse y ya la admiro pues ella, al tomar esa decisión, está demostrando un alto nivel de amor y de responsabilidad…
…Pienso, mi querido Jasiel, que no debes quedarte atrás. Ponte a su nivel y también asume la tuya. No la dejes sola frente al mundo…
…En cuanto sus padres y los tuyos conozcan la situación, puede haber presión hacia ella para que vuelva a considerar el aborto como una opción. No la dejes sola. Ve con ella y juntos defiendan la vida de su bebé.
Jasiel dirigió su mirada al piso y reflexivo, entrelazó los dedos de sus manos. Yo seguí hablando.
—Otro tema importante es el de ustedes dos…
…Me parece que lo más conveniente es que Denisse y tú platiquen y decidan si desean o no hacer vida de pareja, pero que esta decisión no sea obligada por el nacimiento del bebé. Si ustedes deciden casarse, que sea porque se aman…
… Ahora bien, ya sea que decidan vivir juntos o no, pienso que debes hacerte responsable del bebé, ya son muchos los hombres en este mundo que huyen y dejan a la mujer con toda la responsabilidad. No seas uno más de ellos…
…Y si por alguna razón Denisse y tú, deciden no hacer vida de pareja, en mi opinión debes hacerte cargo de tu paternidad.
—¿Se refiere a costear los gastos del parto?
—Sí, pero no solo eso, también a la manutención del bebé y principalmente a cumplir tu función como padre, darle un buen ejemplo, educación, amor, apoyo emocional, para que sea una persona de bien.
—Entiendo profesor, ahora que lo pienso, creo que tiene razón, debo hacerme responsable de mi error.
—Mira Jasiel, todo lo que nos ocurre en la vida es parte de un aprendizaje y yo pienso que ninguna persona nace a este mundo por error…¡Ninguna!…
…Todo tiene una razón de ser y forma parte de un guion escrito por el Gran Dramaturgo en esta obra que se llama “vida”…
…Nada de lo que ocurre en este mundo es producto de la casualidad, el azar o la suerte…
…En mi opinión, la vida de ese bebé tiene un propósito y pienso que lo mejor es no considerarlo un “error”.
El joven asintió con la cabeza y siguió escuchándome con atención.
—Siempre, escúchalo bien, siempre un(a) hijo(a) será una bendición, así es que, no te asustes mi querido Jasiel, levántate y ve hacía Denisse. Platiquen y juntos afronten esta situación…
…Hace un momento tú dijiste que todo fue por amor, pues estoy seguro que todo saldrá bien porque cuando alguien hace algo por amor, Dios lo acompaña en el proceso…
…Y ya verás que cuando haya pasado el tiempo, sentirás la satisfacción de haber demostrado tu valor y tu responsabilidad.
El semblante del muchacho había cambiado. Ahora se notaba firme y seguro.
—Es todo lo que te puedo decir —concluí regalándole mi mejor sonrisa— toma lo que te sea de utilidad.
Jasiel asintió con la cabeza y se puso de pie. Yo también me incorporé y el muchacho se lanzó a mis brazos.
—Es todo lo que necesitaba saber profesor, se lo agradezco.
***
Dos años más tarde, me encontraba yo en el estacionamiento de la escuela subiendo a la cajuela de mi auto un portatraje y un paquete de libros cuando de pronto escuché que alguien me hablaba.
Cuando volteé vi que se dirigía hacia mi Jasiel con un niño en sus brazos y junto a ellos una hermosa dama.
—¡Jasiel! ¡Qué gusto!
—El gusto es para mí profesor, mire, le presento a mi esposa Denisse.
Mi corazón se llenó de alegría.
—Tanto gusto Denisse
—Por fin lo conozco profesor —exclamó ella con una gran sonrisa— Jasiel me ha hablado tanto de usted.
Sonreí. Estaba tentado a decirle que yo también ya había escuchado de ella y que la admiraba, pero me contuve para conservar la confidencialidad de aquella charla con mi alumno.
—Y él es nuestro hijo —complementó el orgulloso padre.
Miré al niño y lo saludé.
—¡Está hermoso! ¿Cómo se llama?
—Jasiel.
—¡Oh!, muy bien, igual que tú.
—Si profesor, pero además tiene un segundo nombre.
—¿Sí? ¿Cuál es?
—Le daré una pista, su nombre empieza con la letra “A”.
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