Había una vez un hombre que se llamaba Jairo. Era una persona importante en la sociedad judía pues era magistrado y jefe de una sinagoga. Su hija única tenía doce años de edad. Dice el evangelio de San Mateo que cuando Jairo llegó ante Jesús le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir, pero ven, impón tus manos sobre ella y vivirá”
En los evangelios de San Marcos y San Lucas se menciona que la niña estaba enferma y mientras Jairo fue a buscar a Jesús la niña murió.
Sea de una u otra forma la cuestión es que Jairo y su esposa estaban pasando por una situación terrible: la muerte de su hija.
Jesús le dice a Jairo “No temas, basta que creas y ella vivirá”, es decir, antes de hacer el milagro, le da palabras de aliento y le pide tener fe.
Cuando Jesús llega a la casa de Jairo observa que ya están los flautistas afuera. El oficio de “tañedor de flauta” era muy común en aquella época, eran personas que se dedicaban a intervenir en los funerales para ejecutar música fúnebre haciendo llorar a la gente. Entonces el Maestro les pide que se retiren y les dice que la niña no está muerta sino dormida.
Ya te imaginarás lo que ese comentario ocasionó. La gente se burló de Él porque ya habían confirmado que la muchachita había muerto. Pero a Jesús no le afectan las burlas, entró a la habitación donde estaba ella, la tomó de la mano, le ordenó que se levantara y la niña se levantó. Impresionante ¿no?
Ahora bien, te invito a que imagines lo que se siente perder un(a) hijo(a). Es horrible.
Podemos perder a un hijo de diferentes formas: cuando muere físicamente o cuando lo secuestran y no sabes nada de él, o cuando muere en vida tal vez porque se sumió en los vicios, en las malas compañías o en las garras de la delincuencia y otra, espiritualmente, cuando se aleja de Dios.
Sea cual fuere el tipo de pérdida, es terrible para cualquier padre o madre de familia y ante un caso así Jairo nos enseña dos cosas:
1. A buscar a Jesús.
A pesar de que Jairo era un hombre prominente en la sociedad judía, asumió una actitud humilde al ir a buscar al Maestro. Dice el evangelio de San Lucas que Jairo se postró a sus pies suplicándole a Jesús que fuera a su casa.
Muchos padres de familia sufren la pérdida de un hijo y aun así no van en busca de Jesús. No se acercan a Él. Difícilmente podrán lograr mucho porque ya lo dijo el Maestro en otro de los evangelios: “…Sin mí nada pueden hacer”
2. A confiar en Jesús.
Jairo confió en Jesús. A pesar de que su hija ya había muerto e incluso algunas personas le decían “ya no molestes al Maestro, tu hija murió”, Jairo estaba seguro que Jesús tenía el poder de resucitarla.
Las palabras que Jesús le dice a Jairo, te las dice hoy a ti: “No temas, ten fe”. Cuando una persona tiene una fe muy grande en Dios, automáticamente —por así decirlo— “Lo compromete”.
En nuestros días y ante la pérdida de un(a) hijo(a) en vida hay dos formas de demostrar la fe: perseverando en la oración e insistiéndole a ese(a) hijo(a) tuyo a que vuelva al camino correcto. No haciendo caso a las burlas de los demás. Cuando te digan: “ese hijo tuyo ya no tiene remedio, no se va a componer o no lo vas a recuperar o no se va a salvar”, no les hagas caso. Haz lo que Jairo, su única esperanza la puso en Jesús.
Santa Mónica, la mamá de San Agustín duró muchos años rogando a Dios por la conversión de su hijo e insistiéndole a éste para que regresara al camino del bien. Finalmente lo logró y ahora San Agustín es una de las grandes figuras de la Historia.
Para el caso de quienes hemos perdido un hijo por muerte, es importante recordar que, aunque duele, la muerte es parte intrínseca de la vida. Todos, en algún momento vamos a morir y es bueno tener la esperanza de saber que al final de cuentas nos vamos a volver a ver ya que Jesús nos resucita porque la muerte es solo un paso hacia la verdadera vida, una vida mejor.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.