Un día iba yo conduciendo mi automóvil por la carretera cuando de pronto se atravesó un perrito adolescente.
Hice una maniobra con el volante y evité atropellarlo, sin embargo, el perrito no tuvo la misma suerte con un tráiler que venía de frente.
El suceso me conmocionó y durante el resto de mi viaje fui reflexionando respecto a que nos falta mejorar mucho en el cuidado de los animales.
Todavía hay personas que dejan salir a sus perros a la calle para que hagan sus necesidades fisiológicas, ya sea en la vía pública o en las puertas de las casas.
Son pocas las personas que sacan a pasear a sus perros con su correa, y se hacen responsables de recolectar en una bolsita su excremento.
Dejar que un perro salga de su casa sin la compañía de su dueño lo expone a que sea atropellado o envenenado, a que lo agreda una persona u otro perro, a que muerda a alguien, a que contraiga enfermedades.
Es triste ver a algunas perritas abandonadas a su suerte acosadas por un grupo de perros y posteriormente, cuando llega el momento de parir a sus crías no cuentan con la atención necesaria.
Todavía hay personas que, en lugar de tomar conciencia y esterilizar a sus mascotas, cuando éstas tienen crías, las llevan a tirar a un basurero, a un baldío o cerca de las vías del tren.
Hay quienes, cuando su mascota contrae una enfermedad o llega a una edad avanzada o simplemente ya le estorba, los echan a la calle sin piedad.
Y lo peor de todo es que a mucha gente esta situación no le parece grave.
¡Claro que hay otras cosas más graves en la sociedad! Pero se deben atender todas para que nuestro país demuestre tener una mejor educación, una forma de vida más digna tanto para las personas como para los animales, porque al final todos somos parte de la naturaleza.
Pero dicen que si existe la oscuridad es para hacer resaltar la luz. Esa falta de responsabilidad que mucha gente tiene con sus animales, en ocasiones es suplida por personas de buen corazón que los recogen, los atienden y les consiguen un hogar donde los cuiden y los amen.
Hay personas que sacrifican su comodidad personal o familiar y hacen de sus casas auténticos albergues o refugios de amor.
Esas personas, a quienes hoy les expreso mi reconocimiento y admiración, son ángeles en la tierra, pero su capacidad instalada tiene un límite y en ocasiones es rebasada por el terrible descuido de otra parte de la sociedad.
Si las personas tomamos consciencia y aprendemos a ejercer el don del amor, podremos lograr grandes cosas.
Podremos evitar asesinar a un ser humano en el vientre de su madre o tirar a la basura un bebé recién nacido o… cuidar de los animales.
Y como en todo, hay que empezar por uno mismo y ser el cambio que uno desea ver en el mundo porque al final de cuentas, esos seres indefensos también dejan huellitas en nuestro corazón.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.