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Un día yo caminaba por una de las calles de San Miguel de Allende cuando me encontré a un amigo que vive en esa ciudad. Platicamos un poco y me invitó a su casa para presumirme su nueva adquisición: un automóvil. Su entusiasmo era tan contagioso que no pude resistirme y acepté.

—¿Qué modelo es el carro que compraste? —le pregunté mientras nos dirigíamos a su casa.

—Es un Buick 1956 —respondió.

Dejé escapar una risita burlona.

—¿Por qué te ríes? —me preguntó sonriendo.
—Porque ya me imagino cómo está el carro.
—¿Ah sí? A ver, dime ¿cómo te lo imaginas?
—Pues antiguo, traqueteado.

Soltó una carcajada, puso su mano en mi hombro y me dijo:

—Nunca juzgues a un carro solo por el modelo.

Llegamos a su casa, abrió la puerta de su garaje y entramos. Encendió las luces y vi que ahí estaba el auto protegido con una cubierta de plástico color gris. Nos acercamos y al levantar la cubierta exclamé admirado:

—¡Wow! pero si es un clásico.

El auto estaba hermoso, era de color azul-verde. El toldo y la parte baja del vehículo eran de color blanco. La carrocería y sus vestiduras estaban impecables. Sus molduras eran originales. Las llantas estaban nuevas y los rines brillaban como el sol.

—Esto solo es el exterior, deja que te muestre el motor.

Abrió el cofre y todo se veía muy limpio, como nuevo. Encendió el carro y el sonido del motor era agradable, suave.

—¡Vamos! Demos una vuelta —me dijo mientras me lanzaba las llaves para que yo las atrapara y él se subía al asiento del copiloto.

Conduje su carro por las calles empedradas de esa maravillosa ciudad y fue una experiencia fabulosa. Esa vivencia me hizo reflexionar sobre varias cosas:

1. Las personas debemos ser como el auto que tiene un solo dueño y conductor: Dios.
2. No debemos juzgar a alguien solo por su edad, su nivel académico o su forma de vestir. Cada persona es maravillosa, única e irrepetible y tiene su propia historia.
3. Hay personas que, por fuera tal vez no se ven apantalladoras, pero por dentro son auténticas obras de arte.
4. Las personas, somos más importantes que los autos, por lo tanto, debemos trabajar por tener impecables tanto nuestro exterior (el cuerpo, la carrocería) como nuestro interior (nuestra mente y nuestra alma, el motor).
5. Debemos esforzarnos para que la parte interior esté tan reluciente, que el Dueño, al quitar nuestra cubierta pueda presumir diciendo: “Mira, es mi hijo(a) y es un clásico”

Fermín Felipe Olalde Balderas
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas

Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

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