—¿Eres tú Mamá? —pregunté sobresaltado mientras me incorporaba hasta quedar sentado en la cama.
—Sí hijo, soy yo ¿qué te sucede? ¿Por qué estás llorando?
—Es que…tuve…un…sueño…muy…feo. —contesté sollozando.
Ella se sentó en mi cama, pasó su brazo sobre mis hombros y me dijo:
—A ver, platícame ¿qué fue lo que soñaste?
—Soñé… que… te morías… y que… ya no estabas conmigo —contesté y volví a llorar.
Ella me abrazó, dejó que me desahogara y luego limpió mis lágrimas con sus dedos.
—Tranquilo, aquí estoy contigo mírame.
Me tranquilicé y en ese momento fui consciente de lo importante que es valorar la presencia de una madre, en vida.
—Hijo, quiero comentarte algo importante.
La miré atento a lo que me quería decir.
—Un día, sucederá, tendré que morir, pero no es algo malo es la ley de la vida. Todos, en algún momento regresaremos con Dios y cuando eso suceda me gustaría que recordaras tres cosas: Primero, siempre te amaré. Segundo, cuando yo regrese con Dios, tú podrás hablarme en cualquier momento y en cualquier lugar y yo te escucharé. Ya no sufriré, yo estaré muy bien e infinitamente feliz. Y tercero, ten la seguridad de que un día nos volveremos a ver ¿de acuerdo?
Asentí con la cabeza.
—Bien —dijo ella— pues ahora vete despabilando porque están por hablarte.
—¿Cómo? —Pregunté extrañado.
—¡Papá, papá! ¡Despierta! ¡Levántate! Debemos llegar temprano a la misa de aniversario de mi abue.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.