—¿Recuerdas a Mary, aquella mujer que vendía cajetas? —me preguntó mi amiga Cleo un día que la encontré en el centro.
—Sí claro, la recuerdo con mucho cariño.
—Pues hace unos días falleció. Espero que ya esté gozando de la gloria de Dios.
—De eso no tengo ninguna duda —exclamé.
—¿Ah sí? Lo dices muy seguro.
—Es que conocí su historia.
Cuando Mary terminó la universidad tenía planes personales, se quería “comer al mundo”, pero de pronto, su situación cambió, murió su madre y unos meses después, a su padre —un adulto mayor— le dio una embolia que le obligó a estar permanentemente en cama.
Como Mary era su única hija le requirió todo su tiempo y atención así es que para poder subsistir se puso a elaborar y vender cajeta ya que era una actividad que podía combinar con los cuidados de su padre.
Ella, en un principio se sintió frustrada y me platicó que, en su interior, había tenido dos opciones: Renegar del destino, de la vida o de Dios por no haber podido realizar sus sueños o aceptar su nueva situación como parte de un plan Divino más allá de su comprensión.
Optó por esto último y cuando aceptó formar parte de ese plan, le encontró sentido a su vida.
“Amar hasta que duela” decía la Madre Teresa de Calcuta. Es verdad, pudo haber abandonado a su padre y salir a realizar sus metas personales, pero no lo hizo, asumió la responsabilidad de atenderlo hasta sus últimos días.
Yo pienso que cuando alguien sacrifica su vida en bien de otro, tiene ganado el cielo, es por eso que no tengo duda que Mary ya se encuentra allá.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

