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Una tarde fui a caminar a la alameda y cuando concluí mi caminata me introduje en una de las callecitas transversales que van a dar al quiosco.

Elegí una banca que se encontraba a la sombra de un gran abedul y me dispuse a leer con tranquilidad un libro que me había regalado uno de mis hijos en Navidad.

Estaba concentrado en mi lectura cuando de pronto una persona se acercó.

Era un hombre de edad madura, de complexión delgada y apariencia afable.

Vestía de forma extraña: una prenda de vestir de una sola pieza. Se me figuró la indumentaria que usaba Mr. Spock en la serie de televisión de los años sesenta Star Trek.

Me observó por unos segundos y luego se sentó en la misma banca en la que yo me encontraba. Volteé para verlo. Él me saludó y me regaló una sonrisa.

Respondí de igual manera.

—¿Sería mucha intromisión de mi parte si le pregunto qué está usted leyendo?

—exclamó.

—No, por supuesto que no, —respondí mostrándole la portada del libro— se llama “Una mejor manera de vivir” del escritor estadounidense Og Mandino.

—¡Oh!, suena muy interesante.

—Lo es. Me gusta mucho el estilo de este autor porque, aunque algunas de sus obras tienen un toque de fantasía, siempre encuentro un mensaje de esperanza.

—¡Ah!, de esperanza. Y… ¿esperanza en qué?

—Pues, en una vida mejor tanto en este mundo como en el otro.

Él asintió con la cabeza, se acercó un poco más a mí, miró a su alrededor como cuidando que nadie lo escuchara y me dijo en voz baja:

—¿Le puedo contar un secreto relacionado con ese otro mundo?

—Claro —respondí. Coloqué el separador de página y cerré el libro.

—¿Me permite tutearlo? —dijo.

—Sí claro, adelante, yo también lo haré.

—Bien, déjame ilustrarte un poco. O más bien, recordarte lo que tal vez ya sabes.

“El sol que tú y yo conocemos, ese que nos brinda cada día su luz y calor, en realidad es una estrella.

“Alrededor de ésta giran nueve planetas con sus respectivas lunas. Uno de esos planetas es la Tierra”

Asentí.

—Bueno —continuó— pues, así como el sol, existen más estrellas que forman una galaxia. A la nuestra se le denomina “Vía Láctea”.

“Pero no es la única, nuestro universo está formado por cientos de galaxias”

Asentí de nuevo, todo eso yo ya la había aprendido desde que estaba en la escuela.

—Bien, ese fue solo el preámbulo antes de revelarte el secreto.

“Así como existe el nuestro, hay cientos de universos, todos gobernados por un solo poder máximo.”

—Dios —precisé.

—Así es, pero algo que debes saber es que Dios no es un hombre.

—¿No? —pregunté— ¿Entonces por qué Jesús nos enseñó a llamarle: “Padre”?

—Lo que sucede es que es muy difícil para la mente humana comprender en todo su contexto lo que es Dios.

“Entonces Jesús utilizó una imagen mental, la de un padre. De ahí que en muchas pinturas se le representa como un anciano de barba blanca.

“Pero en realidad esa palabra es un símbolo que integra características y cualidades como: creador, protector, proveedor, etcétera. Porque eso y más es Dios.

“Pero Dios no es hombre ni mujer. Es una persona, pero es un espíritu, es un “Alguien” que abarca todo, que está presente en todo. Dios es el Todo.

“¿Ves lo difícil que es explicarlo? El lenguaje a veces limita el entendimiento.

“Y aunque es verdad que Dios se encuentra en nuestro interior y en todas partes, su lugar principal está en uno de esos universos.

“Es un lugar hermoso donde no hay necesidades ni sufrimiento, solo amor”

El Cielo, pensé.

—Tú y yo, ahora mismo somos viajeros provenientes de otros universos —dijo.

Fruncí el entrecejo.

—Pues yo no creo venir de otro universo —repliqué— nací en este planeta y en esta ciudad, sé quiénes fueron mis padres, mi hermana…

—No, —me interrumpió— no me refiero a tu nacimiento físico, sino al espiritual.

Seguramente percibió mi confusión.

—Físicamente tu naciste como un bebé, en este mundo, pero espiritualmente tu vienes viajando desde hace muchos años a través de diferentes universos.

Casi me voy “para atrás” al escucharlo. Eso me sonó como a la reencarnación.

—Mira, —explicó— el destino final de todos los seres humanos es llegar al Cielo, ese universo donde habita Dios.

“Pero para llegar allá, se requiere una perfección espiritual y aquí hago una pausa para de una vez dejar claro que eso es independiente de si eres creyente o ateo o si perteneces a “equis” o “ye” religión.

“La perfección espiritual es algo más grande que cualquier religión”.

Jesús de Nazaret, a su paso por este mundo externó dos frases fundamentales: “Sed perfectos como su Padre Celestial es perfecto” y “En verdad os digo que, si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos”

“Jesús se refería a la sencillez, a la pureza de corazón y a la voluntad de amar, pero para lograrlo se requiere un proceso, un aprendizaje.

“La misión de todos los seres humanos en esta vida es, por un lado, disfrutar todo lo que nuestro Padre ha creado para nosotros, pero también, es aprender a amar.

“Este aprendizaje nos puede llevar, no solo años, sino vidas completas”

Yo lo miraba atento tratando de procesar en mi mente sus ideas.

—Todos los seres humanos —continuó— estamos destinados a llegar al Cielo, pero dependerá de qué tan rápido logremos ser como niños: sencillos, puros, llenos de amor.

—A ver, —interrumpí— cuando dices: “todos los seres humanos”, te refieres a ¿todos? ¿Hasta los más malos?

—Sí, hasta los más malos —respondió— y no me extraña que eso te escandalice.

“Los seres humanos tenemos una tendencia de pensar que Dios está hecho a imagen y semejanza nuestra.

“Dios no es vengativo ni rencoroso.

“O dime, ¿qué crees que pasa cuando una de esas personas “malas” muere?

—Pues, de acuerdo a algunas creencias, si en vida fuiste muy malo, vas al infierno —respondí— o al menos tienes que pasar un buen tiempo purificándote en el purgatorio.

—Bien, déjame explicarte.

“Como esa persona “mala” no aprendió a amar en esta vida, en este universo, Dios, por su infinita misericordia le permitirá reiniciar en otra, en otro universo.

“Y en cada una, su sufrimiento será consecuencia de sus propios actos. Ese será su purgatorio o su infierno.

“Y en cada vida que vaya experimentando tendrá una nueva oportunidad de dar un paso hacia adelante, hacia esa perfección espiritual, pero dependerá que lo quiera hacer, es decir, de su voluntad, porque Dios no obliga a nadie.

“¿Cuántas vidas le llevará lograrlo? Solo Dios lo sabe, pero de que tiene que llegar al Cielo, tiene que llegar.

“Porque todos los seres humanos estamos destinados a regresar al Padre.

“Y me referí a las personas “malas”, pero en realidad, entre todos ellos, estamos tú y yo, porque todos en alguna ocasión cometemos errores, pecados, tomamos decisiones contrarias al amor.

“Y tal vez para unos bastará con una o dos vidas para poder aprender a amar y para lograr esa sencillez y esa pureza que exige Jesús y así poder entrar al Cielo.

“Pero tal vez otros, requieran —o requeriremos— varias vidas para poderlo lograr.

“Ahora bien, no creas que una persona espiritualmente perfecta está fuera de la realidad de este mundo. Existen personas así y tal vez están más cerca de lo que creemos”.

—Ahora que lo dices —exclamé— conozco una persona con esas características quien creo que si muriera y me pidieran que escribiera su epitafio, yo escribiría: “Todo lo hizo por amor, incluso sus equivocaciones”.

—Exacto, —confirmó— esas personas, en cuanto terminen su misión en esta vida, irán directamente al paraíso, ya no requerirán experimentar más vidas para lograrlo.

—Pues no creo que sea mi caso, —exclamé— haciendo un análisis retrospectivo de mi vida pienso que me falta mucho para llegar a ser como un niño, para aprender a amar y para lograr esa sencillez y esa pureza que Jesús exige.

—Es bueno que lo reconozcas, pero lo importante es que hagas algo para acelerar tu madurez espiritual y llegar a la perfección.

“Y lo maravilloso de todo esto es que podemos influir en el futuro”.

—¿Cómo? —pregunté admirado.

—Si tu deseas llegar cuanto antes al Cielo y no tener que estar experimentando varias vidas, necesidades, sufrimientos, lo mejor es que de inmediato tomes conciencia de que es necesario realizar un cambio interior.

“Dejar atrás ese “yo” que estaba alejado del amor, de la sencillez, de la pureza y convertirte en una nueva y mejor versión de ti mismo”

—¿Y eso cómo se logra? —pregunté.

—Aprendiendo a amar.

—¿Y cómo se aprende a amar?

—La respuesta es sencilla: amando. La práctica hace al maestro.

“Cada mañana, cuando te levantes, proponte amar a todas las personas que encuentres en tu camino.

“Empieza con tu familia cercana, así evitarás ser “farol de la calle y oscuridad de tu casa”.

“Tu pareja, tus hijos, tus hermanos, tus padres, a todos ellos ámalos.

“Y cuando digo: “ámalos”, incluye: búscalos, escúchalos, compréndelos, perdónalos, abrázalos, sírvelos, corrígelos y un largo etcétera.

“Luego siguen tus vecinos y las personas con las que te topas en la calle, aunque no las conozcas. Al chofer del autobús urbano y a cada uno de sus pasajeros. A quienes atienden tus necesidades de servicio.

“A tus compañeros de trabajo o de escuela, a tus jefes, a tus maestros, a tus colaboradores.

“A los animales, a la naturaleza, a toda la creación.

“A tus enemigos. A quienes te hicieron daño, a quienes no te caen bien o no les caes bien.

“Porque si solo amas a los que te aman ¿qué mérito tienes?”

Crucé mis brazos, me recargué en la banca y dirigí mi mirada al gran árbol que nos cobijaba con su sombra. Observé a uno de los pajarillos que brincaba de una rama a otra mientras mi mente trataba de asimilar su mensaje.

Él continuó hablando.

—Esta vida es solo un puente, no te detengas en él. Es solo un viaje, disfrútalo. Recuerda que la felicidad no solo está en el destino, también está en el camino.

“Tu Padre que está en los cielos te ama de una manera que no te puedes imaginar, igual que a tus demás hermanos en el mundo.

“No importa si son ateos o creyentes, o si pertenecen o no a alguna religión. Él nos ama a todos.

“Y su voluntad es que nos amemos los unos a los otros tal como Él nos ama.
“Por lo tanto, esta vida tiene que ser de continuo servicio ya que es la forma más practica de demostrar el amor.

“Cuando aprendas eso, dejarás de ser un viajero de universos y podrás convertirte en un ciudadano permanente en ese lugar tan hermoso al que estás destinado”

Así concluyó su charla. Se recargó en la banca y luego me miró. Yo sonreí, suspiré y asentí con la cabeza.

—Mira, —exclamé— seguramente comprenderás que yo tengo mi formación y mi sistema de creencias.

Asintió.

—Coincido contigo en que existe un solo Dios, creador de todo, yo digo que, del universo, tú dices que de varios universos. Como sea.

“También creo que Dios es espíritu, es nuestro Padre y nos ama a un nivel inimaginable. Y si Él es nuestro Padre, todos, en este u otros universos —si existieran— somos hermanos y su voluntad es que, como hermanos, nos amemos los unos a los otros como Él nos ama”

“Y en que nuestra vida no solo es física sino espiritual y que el fin último de nuestras almas es llegar a ese lugar hermoso donde se encuentra Dios y seguramente también muchos de nuestros seres queridos que ya se nos han adelantado.

“Creo que la gran diferencia es que tú crees en la reencarnación mientras yo creo en la resurrección, pero al final me parece que lo importante es el amor.

“Es buscar ese cambio interior al que te refieres, que aprendamos a amar y lograr esa sencillez y esa pureza que necesitamos para estar con Dios.

—De acuerdo —susurró.

—Pues, te agradezco que me hayas compartido tus ideas y creencias —comenté— y si me permites adicionar algo, sería que todo viajero debe seguir un camino.

Asintió.

—Pues yo creo que Jesús es el único camino para llegar al Padre —concluí.

—Bien, —respondió sonriendo— agradezco tu tiempo y tu paciencia al escucharme y ahora me despido porque debo seguir viajando.

—¿A dónde te diriges? —le pregunté.

—A otro universo, a continuar difundiendo mi mensaje.

—Perfecto, pues que tengas un buen viaje.

Se puso de pie, se despidió de mí y mientras di un parpadeo, desapareció.

Fermín Felipe Olalde Balderas
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas

Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

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