EL TESORO

Es bueno que las personas tengamos objetivos porque le dan sentido a nuestra vida. Tener tu propia casa, emprender un negocio o terminar una carrera profesional son solo algunos ejemplos de estos objetivos.

Pero conforme voy caminando por la vida me doy cuenta que esos objetivos en realidad son temporales porque cuando muramos no nos llevaremos ni el dinero ni los bienes ni los títulos universitarios, por lo tanto, nos conviene aspirar a algo más grande y permanente: la vida eterna.

Son muchos los casos de personas que lucharon por conseguir fama, dinero o una posición social, pero pagaron un precio muy caro al perder su salud, su privacidad o su familia. Incluso ha habido casos de personajes ricos y famosos que terminan suicidándose por no encontrarle sentido a su vida, por eso es que me atrevo a decir que el tesoro mayor que tenemos es el alma y como dijo el Maestro: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?”

Por lo anterior, la salvación de nuestra alma es el objetivo al que hay que apostarle el todo por el todo para que cuando sea el momento de nuestra partida escuchemos esa Voz primorosa que nos diga: “Venid benditos de mi Padre a tomar posesión del reino que les tengo preparado”.

Pero ese reino no creas que es tan fácil de ganar. Como todo lo que vale, hay que esforzarnos por conseguirlo y eso se consigue haciendo la voluntad de Dios, cumpliendo sus mandamientos y tratando a los demás como lo trataríamos a Él.

Y al ser ese el gran objetivo, nuestra vida por consecuencia tendrá sentido de forma inmediata porque todas tus acciones estarán orientadas hacia allá y cada día te levantarás con la idea de “ganar puntos” para la vida eterna y con eso no me refiero a que debas hacer cosas especiales o sobrenaturales, es hacer lo ordinario pero con amor y todos esos detalles se convertirán en tu tesoro, un tesoro que vas acumulando en el cielo y como dijo Jesús; “…ahí donde está tu tesoro, ahí estará tu corazón”.