Un día, un hombre extremadamente pobre salió a las calles a pedir algunas monedas para poder alimentar a su familia.
Primero se encontró con un señor que le dio una moneda de cinco pesos. ¡Qué bien!, pensó, ojalá pueda completar para un kilo de tortillas. Luego se encontró con una señora mayor quien lo miró y entabló una charla con él.
—¿Cómo te llamas amigo? —preguntó la señora.
—José —contestó el hombre pobre.
—Te voy a obsequiar una moneda José, pero me gustaría preguntarte si realmente deseas mejorar la situación en la que te encuentras para dejar de pedir limosna.
—Sí, me gustaría.
—Bueno, entonces dame tu dirección y mañana pasaré a tu casa para que empecemos a trabajar en ello.
José le pasó sus datos y cada uno siguió su camino. Al día siguiente la señora visitó a la familia de José llevándole una despensa y se dio cuenta de la precaria situación en la que vivía.
A partir de ahí empezaron una relación cercana. Le ayudó a encontrar un trabajo que, aunque sencillo, le generó los ingresos básicos para subsistir y el acceso a servicios de salud.
La señora les enseñó, a José y a su esposa, a administrar sus ingresos y gastos, los acompañó en el proceso para que terminaran su educación primaria ya que la tenían inconclusa. Los convenció para que inscribieran a sus hijos a la escuela.
No fue fácil porque requirió voluntad y esfuerzo, pero finalmente la familia fue mejorando su situación. Hoy en día José continúa trabajando, su familia se alimenta bien y tanto él como su esposa están por terminar la secundaria abierta.
De acuerdo a la información obtenida por el AMAI, las familias que se encuentran en pobreza extrema representan una cuarta parte de las familias en México.
La clave para erradicar la pobreza no es solo regalar dinero sino acompañar a todos esos miles de compatriotas para desarrollarse de forma integral para que ellos mismos logren su desarrollo.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

