Ese día el “maistro” pasó por mí en su camioneta. Habíamos acordado ir a comprar el material de construcción que le faltaba para concluir los trabajos en mi casa.
Íbamos transitando por una de las avenidas de la ciudad cuando el semáforo marcó el alto y nos detuvimos por completo. Segundos después sentimos el golpe de una camioneta que venía atrás de nosotros. El “maistro” miró por el espejo retrovisor. Nos bajamos de su vehículo y ya se dirigía hacia nosotros el dueño de la otra unidad. Revisamos los daños y nos dimos cuenta que la defensa trasera estaba sumida.
—Buenos días —nos saludó amablemente el hombre— una disculpa, me distraje por un momento, pero no era mi intención.
—No se preocupe —respondió el “maistro” con tranquilidad— qué le parece si nos ponemos de acuerdo en la forma de solucionarlo.
El hombre asintió con la cabeza y estuvieron dialogando durante un rato, vi que intercambiaron datos y tarjetas, se estrecharon la mano, se despidieron y continuamos nuestro camino.
—Déjeme comentarle algo —le dije al “maistro” ya cuando íbamos de regreso— estoy admirado por la forma en que manejó la situación.
—¿Ah sí? ¿Por qué?
—Pues, por la tranquilidad con la que se dirigió a la persona que nos dio el golpe y principalmente el resultado del diálogo, creo que fue positivo.
—Bueno —comentó él— tal vez influyó la actitud del señor ya que pudo haber huido o evadido su responsabilidad.
—Tiene razón.
—Pero además ¿sabe una cosa? Creo que a diario estamos expuestos a que nos ocurran imprevistos y ¿de qué sirve enojarnos o renegar? En realidad, nosotros no buscamos el incidente, simplemente sucedió, hay que afrontarlo de la mejor manera y seguir adelante, por fortuna todo quedó en daños materiales. Ahora, ¿no cree usted que ese incidente le generará trabajo a alguien? —se refirió al hojalatero—A veces pienso que todo está conectado.
Su forma de pensar me dejó reflexionando y me sirvió un día que, al realizar un movimiento involuntario, me lastimé la espalda, tuve que acudir al médico y comprar medicamento, pero recordé la lección que aprendí de él: son cosas que suceden y que debemos afrontar con actitud positiva.
Tiempo después, me encontré al “maistro” en su camioneta y vi que la defensa trasera estaba como nueva.
—Quedó muy bien su vehículo—le dije—¿siempre sí cumplió el otro señor?
—Sí —asintió el “maistro”— no tuve problema, pero déjeme platicarle lo que pasó después.
Lo miré expectante.
—Cuando fui al taller, el hojalatero y yo tuvimos una plática muy cordial y cuando se dio cuenta que yo me dedicaba a la construcción, me dijo que precisamente estaba buscando quien pudiera trabajar en un proyecto de remodelación en su casa. Me pidió un presupuesto, se lo di y a partir de esa fecha es cliente mío ¿Cómo ve?
—¡Vaya! Me alegra bastante.
—Sí, yo nunca pensé que un incidente de transito podía generarme chamba.
—Pues como dice un dicho: “no hay mal que por bien no venga”
Él asintió sonriendo, pero algo me mueve a pensar que esa buena fortuna que lo acompaña también se debe a la actitud positiva con la cual ve la vida, incluso los “problemas”.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

