—Oye Fer, me di cuenta que ahora eres escritor.
—Pues yo diría que, por el momento, solo soy aprendiz de escritor.
—¿Cómo fue que te decidiste a hacerlo?
—Fueron dos los motivos por los que lo hice.
Primero, cuando le platiqué a mi esposa que ya me iba a retirar de la empresa donde trabajé durante más de treinta años, se preocupó y me aconsejó que fuera pensando en una actividad que me mantuviera activo y motivado. “No te me vayas a deprimir”, me dijo.
En segundo lugar, recordé algo que pasó en mi juventud pero antes de contártelo quiero preguntarte si alguna vez has leído la parábola de los talentos.
—No, no la he leído.
—Bien. La palabra “talento” tiene varios significados. Uno de ellos es la capacidad o aptitud para realizar algo, pero en el siglo uno de nuestra era, un talento era una unidad monetaria. Equivalía a seis mil denarios.
—En pocas palabras, era mucho dinero.
—Así es, era una fortuna. Pues Jesús puso este ejemplo: Un hombre, antes de marcharse a tierras lejanas llamó a tres sirvientes. De acuerdo a su capacidad, a cada uno le entregó talentos. Al primero le entregó cinco, al segundo dos y al último, uno. Y se marchó. Entonces, tanto el que recibió cinco como el que recibió dos, los pusieron a trabajar de diferentes maneras, pero el último sirviente —el que recibió uno— hizo un hoyo en la tierra y lo enterró.
Cuando el amo regresó, les pidió que le rindieran cuenta de cómo habían administrado sus talentos. Los dos primeros sirvientes le entregaron los talentos recibidos más otro tanto igual. El Señor les dijo: “Siervos buenos y leales, ya que han sido fieles en lo poco, les confiaré lo mucho” y los invitó a que fueran a formar parte del gozo de su Señor.
Pero cuando supo que el último sirviente había enterrado el único talento recibido, el cual ni siquiera había producido intereses, se molestó mucho con él y le llamó: “Siervo malo y perezoso”, le quitó el único talento que poseía y se lo dio al que tenía más y ordenó que arrojaran a ese siervo a las tinieblas.
—Pues vaya que le fue mal a ese último sirviente.
—Así es, pues déjame decirte que me identifico con ese sirviente.
—Pero, ¿por qué?
—Desde que yo era muy joven me gustaba escribir y lo hacía más o menos bien, pero ¿sabes qué pasó? Enterré el talento. Le eché la culpa a mis ocupaciones y ya no lo puse a trabajar. Hasta ahora que me retiré, me urgía desenterrarlo antes de que llegara el Amo y me pidiera cuentas.
—Vaya, ahora entiendo.
—Y déjame hacerte una última confesión. Tengo enterrado otro talento y apenas empecé a desempolvarlo.
—¿Ah sí, en qué consiste?
—Cuando era joven, compuse varias canciones, la mayoría de ellas están dedicadas a Dios o al amor a la vida, pero con el paso del tiempo se me fueron olvidando.
En últimas fechas estuve tratando de desempolvar mis recuerdos y llevo rescatadas catorce canciones, con letra y música, pero ahora ya no tengo una buena entonación para cantar.
Hace unos años, al estar haciendo talacha en mi casa, me fracturé el dedo índice de mi mano izquierda y ahora ese dedo no tiene fuerza. Aun así, me las he ingeniado para tocar la guitarra pero ya no se escucha con la misma calidad de antes.
Y traigo ese pendiente. No sé de qué forma, pero lo tengo que resolver antes de que me pidan cuentas de ese otro talento.
—Oh vaya. Y ahora que lo dices, creo que yo también tengo enterrado uno que otro talento. Ya me hiciste reflexionar.
—Pues no lo pienses mucho, nunca es tarde para empezar. Cada persona es diferente. Algunas son buenas para el arte (la pintura, la literatura, la música, la danza, etcétera), otras, para el deporte, otras para la ciencia, otras para ayudar a sus semejantes y así podemos seguir mencionando tantos dones que Dios nos dio.
Así es que, si eres de las personas que han ocultado sus talentos, es hora de desenterrarlos y ponerlos al servicio de los demás.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.


Lo curioso es q muchos no identifican q talentos tienen… O nunca quisieron o supieron como aprovecharlo… En mi caso yo tengo talento para cantar, bailar, jugar fútbol… Este último era mi pasión y no lo hacía nada mal.. pero nunca me di la confianza para pedir una oportunidad.. pretextos muchos: la situación económica de mi familia, el tener q trabajar, el estudiar, etc. En fin nunca se intentó siquiera, abandone o como dices tú enterré ese talento, pero aquí como es cuestión de edad ya es tarde ya no se puede… De los otros, canto seguido aunque nunca he buscado una oportunidad ni por mi cuenta ni en alguna agrupación, me gusta cantar por ese simple hecho y no por cumplir un compromiso o contrato…y bailo cuando hay fiestas .. saludos
Hola mi estimado amigo Chava. Recibe un afectuoso saludo. Agradezco que hayas leído y comentado mi publicación. Tienes razón, a veces las personas tardan o tardamos en identificar los talentos que Dios nos dio. Es muy interesante lo que compartes, los talentos que tienes. Recuerdo que un día, en Vergel de la Sierra nos echamos una cascarita de futbol y me consta que eras muy bueno para jugar. Sé que cuando uno llega a una edad pareciera imposible empezar a trabajar en el sueño de ser futbolista pero qué te parece si analizas la posibilidad de crear una escuelita de futbol para niños. Tendrías la posibilidad de transmitir lo que te gustaba y hasta colaborarías para ofrecer a los niños y jóvenes la opción del deporte y de esa forma ellos evitan caer en las drogas o en la delincuencia. Bueno, solo es una idea. Te invito a que continúes disfrutando de lo que te gusta (Cantar, Bailar, etcétera). Te mando un gran abrazo.