Estaba yo de pie, en la sala de la casa de mi tío Tomás, observando el cuadro que colgaba de una de las paredes y que representaba al cielo y al infierno. El bien y el mal. Desde niño, la imagen que tuve del diablo fue que era rojo, con cuernos y patas de cabra.
Cuando crecí me di cuenta que tanto la maldad como la bondad se encuentran en nuestro interior, todo depende de la decisión que tomemos. El diablo trabaja hasta en días festivos, tratando de inculcarnos pensamientos y sentimientos contrarios al amor: el miedo, la culpa, el odio.
Nos incita a que pensemos mal de los demás y va creando una nube de negatividad como si fuera pólvora que a la menor provocación produce un estallido.
Es muy astuto. Si no logra convencerte de que comas mucho, intenta inducirte para que no comas nada. Si no logra que caigas en actos lujuriosos, te incita a la envidia. Si no logra que te sientas más que los demás, intenta que pienses que no vales nada. Te desalienta a realizar cosas útiles, te invita a no esforzarte, a no trabajar o al contrario, a trabajar mucho solo para acumular riquezas. Episodios de celos o de ira, son su especialidad.
Pero no hay nada tan maravilloso como la libertad. Ese libre albedrío que nos dio Dios es una bendición. Es verdad, podemos utilizarla para mal, pero también podemos decidir hacer el bien. Según tus pensamientos serán tus acciones y según tus acciones será la calidad de tu vida.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

