En el mes de septiembre del año dos mil viajé por motivos de trabajo al entonces denominado Distrito Federal en donde estaría por un lapso de dos días.
El primer día terminé temprano de trabajar y salí a dar un paseo antes de regresar al hotel donde me hospedaba. Entré a una galería de pintura y escuché que estaban presentando al autor de las obras contenidas en la exposición. Se encontraba en el presídium respondiendo las preguntas de los reporteros.
—¿Qué fue lo que lo motivó a iniciar en el arte de la pintura? —preguntó uno de ellos.
El artista tomó unos segundos para pensar y respondió:
—“Tendría yo tal vez unos tres años de edad cuando mi mamá me compró unas crayolas, me dio una hoja de papel e hice mi primer dibujo. Cuando lo terminé se lo mostré y aún tengo presente la imagen de su rostro cuando lo vio.
—“!Wow! —exclamó ella— ¡qué maravilla!” —y me abrazó.
—Cuando llegó mi papá ella le mostró el dibujo y él se admiró y me felicitó. Cada que alguien iba de visita a mi casa mis padres les presumían mis creaciones y las personas, tal vez por amabilidad, también se asombraban de mi talento. Yo me la creí y seguí haciendo más y más dibujos…hasta hoy.
—Pero no crean que fui un niño prodigio. Cuando crecí y estaba muy adentrado en esto del arte un día regresé a la casa paterna, mis padres ya habían muerto y mi hermana mayor era la que vivía ahí y me mostró un álbum de fotos en el cual estaba uno de mis primeros dibujos y me di cuenta que no tenía nada de espectacular, solo era el dibujo de un niño.
—Entonces entendí que no era la calidad de mi dibujo sino el amor con el que mis padres me veían lo que me dio seguridad y motivación para seguir creando”.
Cuando terminó el evento, regresé al hotel y antes de dormir, en la oscuridad de la habitación, reflexioné sobre lo que comentó el artista.
Primero, la trascendencia que tiene la opinión de un papá y/o una mamá en la mente de los niños y, en segundo lugar, me imaginé que así es Dios con nosotros, se recrea con lo que somos y con lo que hacemos.
Pienso que nos acepta tal como somos porque Él nos creó y no se equivoca. Tu personalidad, tu carácter, tu forma de ser es perfecta. Si tienes algo que trabajar o mejorar lo debes hacer, pero Él te ama en tu configuración original.
Pienso que incluso cuando una persona tiene un mal comportamiento —por ejemplo, alguien que comete un delito— Dios separa la persona de la acción. No está de acuerdo con su mala acción, pero sigue amando a la persona.
Así es que acéptate, disfruta ser tú mismo(a) y vive tu vida sabiendo que Él se recrea contigo como lo hace un buen Padre con su hijo, un Artista con su obra.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

