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Todos los seres humanos estamos expuestos a experimentar una decepción pero ¿sabes por qué se produce ésta? Tiene que ver con expectativas.

Todas las relaciones se mueven a través de expectativas.

Por ejemplo, una relación entre cliente y proveedor. ¿Qué esperaríamos al ir a comprar algo a la tienda? Tal vez un trato ágil y amable, calidad en el producto que deseamos comprar y un precio justo. Esas son expectativas. Si la tienda las cumple, tendremos una buena relación con ella al grado de que volveremos a comprar y hasta la recomendaremos. En caso contrario, tal vez le demos una o dos oportunidades para que mejore y si no lo hace “la mandaremos a volar” e iremos a otra tienda. Así funcionan las cosas.

Algo similar ocurre con otro tipo de relaciones: de pareja, de amistad, de familia e incluso laborales. Uno se crea ciertas expectativas respecto al otro y cuando éstas no se cumplen es cuando viene la decepción. Damos una o dos oportunidades para que mejore la otra persona y si no, empieza a pasar por la mente la idea de “mandarla a volar”, pero es importante que antes de hacerlo revisemos si hemos ajustado correctamente las expectativas.

En todo tipo de relación hay dos extremos en los que no es recomendable caer. El primero, es tener una expectativa demasiado alta, es esperar que la persona sea perfecta. Debemos estar conscientes que todos tenemos aciertos y desaciertos y si tú esperas que tu pareja, tu padre, tu amigo, tu vecino o tu jefe sean perfectos lo más seguro es que en un corto tiempo te sientas decepcionado.

El otro extremo también no es bueno: tener una expectativa tan baja que permitas que las personas te agredan, te dañen o afecten tu dignidad y tú no establezcas un límite.

Entre esos dos extremos está el arte de regular, de ajustar la expectativa. No hay recetas universales, cada pareja, familia, amistad o relación laboral establece hasta donde tolerar de uno y otro lado y para ello es necesaria la comunicación, la observación y la voluntad para que cada cual se esfuerce por cumplir lo que nos corresponde y cuando se logra esto se experimenta lo que comúnmente se denomina estabilidad.

Por último, es importante mencionar que generalmente uno espera que el otro cumpla la expectativa, pero lo artístico consiste en uno esforzarse para cumplirla primero. La oración de San Francisco de Asís “Hazme un instrumento de tu paz” lo explica claramente en uno de sus párrafos: “…Concédeme, que no busque ser consolado sino consolar, ser comprendido sino comprender, ser amado sino yo amar, porque dando es como recibimos…”

Fermín Felipe Olalde Balderas
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas

Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

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