Un día mi mamá nos llevó a la fiesta patronal del Barrio de San Miguel. Mi hermana tenía seis años de edad y yo tres. Había juegos mecánicos, banda de viento, danzantes, puestos de comida y una gran acumulación de gente disfrutando de la fiesta cuando de pronto explotó un transformador que se encontraba en la parte alta de un poste de luz y botaron chispas por doquier.
La gente se espantó y empezó a correr sin ningún orden provocando aventones y atropellos. Mi madre de inmediato nos alzó pero se asustó tanto que gritaba: “cuidado con mis niños, por favor”.
La situación se hacía cada vez más incontrolable cuando de pronto apareció un joven alto y muy fuerte quien se dirigió a ella diciéndole:
—Páseme a uno de sus niños y usted vengase detrás de mí. Sujétese de mi cinturón.
Mi madre me entregó a él quien de inmediato me subió en sus hombros y empezó a caminar de prisa y muy firme por una de las calles que tenía salida al boulevard. Él iba delante de mi madre y ella cargando a mi hermana, tras de él.
Después de varios minutos que parecieron eternos logramos llegar hasta un lugar despejado y seguro y contaba mi mamá que su joven benefactor de repente desapareció.
Mi mamá siempre vivió agradecida y convencida de que había sido un ángel el que había bajado del cielo para ayudarle ese día. Haya sido un ser sobrenatural o una persona de carne y hueso, en ese incidente quedó de manifiesto que Dios nos ha protegido desde siempre pero también representa un compromiso de corresponder de la misma forma.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

