Como cada mañana salí al patio trasero de mi casa a barrer la alfombra de flores rojas y amarillas que tira nuestro árbol tabachín.
De pronto vi que una mariposa se posó en una flor. Me acerqué lentamente para mirarla. En sus alas predominaba de fondo el color amarillo pero su contorno era azul y rojo además de unos puntos de colores que nunca había visto.
—¡Estás hermosa! —susurré— y pensar que primero fuiste una oruga.
Pienso que los seres humanos, mientras estamos en la tierra, somos como una oruga. Nuestro cuerpo, aunque es perfecto, con el paso del tiempo, se deteriora, se muere. Sin embargo, cuando morimos hay algo más hermoso que sale de nuestro cuerpo y permanece para siempre: nuestro espíritu.
Por lo anterior, pienso que aunque es natural y sano que aspiremos a conseguir los bienes materiales necesarios para una vida digna, me parece que, espiritualmente no nos conviene apegarnos a ellos y más bien nos conviene apostarle a lo que realmente vale: el amor, porque cuando sea el momento de nuestra partida, sucederá lo que decía la Madre Teresa: “No importa cuánto hiciste sino cuánto amor le pusiste a lo que hiciste”.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.