En el verano del 2003 a mi hijo menor le regalaron un perrito Chihuahua. Tendría unos seis meses de edad y era color café claro. Le llamamos Darwin.
El perrito trajo felicidad a mi familia. En ese tiempo mis hijos estaban chicos y como yo viajaba frecuentemente, a mi esposa le representó una gran compañía.
El tiempo siguió su marcha y Darwin creció, conoció a La Princesa y tuvieron tres cachorros. Llegó a la edad avanzada y su salud se fue deteriorando al grado de que perdió la vista debido a las cataratas que le salieron en sus ojos. Perdió la audición, un poco el olfato y en dos ocasiones nos lo desahuciaron, pero el perrito siguió luchando por su vida.
El martes de esta semana Darwin estuvo muy inquieto en la noche y en la mañana del miércoles hizo un sonido cuasi ladrido para llamar a mi esposa quien notó que respiraba un poco agitado. Lo abrazó cubriéndolo con una manta y me lo mostró. Fue cuando nos dimos cuenta que ya se estaba yendo.
—¿Es hora de irte? —exclamó ella llorando— anda, ve tranquilo, tu estarás bien. Te quiero mucho y nunca te olvidaré.
—Vete tranquilo Darwin —le dije— debes estar satisfecho de que cumpliste muy bien tu misión, eres un ejemplo de fidelidad y ahora te toca descansar.
El perrito empezó a respirar con mayor tranquilidad, lentamente dio un suspiro y se fue.
Mi esposa acentuó su llanto. Yo los abracé y aunque no me considero una persona muy afecta a los animales, no pude evitar soltar una lágrima también. Ella lo preparó mientras yo cavaba su tumba en nuestro jardín trasero y ahí, solos los dos le dimos un último adiós.
Comprendo si para algunas personas pudiera parecer algo irrelevante y tal vez piensen “vamos, era solo un perro” pero para nosotros, principalmente para mi esposa y mis hijos, cada animalito es una parte de nuestra familia con todo lo que eso representa.
Después de la hora de comer, en la sobremesa, mi esposa y yo seguimos comentando lo que vivimos en esa mañana. Recordamos que algunas personas dicen que los animales no tienen alma y que al morir se acaba todo para ellos. Nosotros pensamos diferente, creemos que lo que le pasó a Darwin nos pasará a nosotros, tarde o temprano. Pero es esperanzador pensar que cuando llegue el momento en que pasemos a otra vida, allá nos encontraremos con personas a quienes amamos mucho y que se nos han adelantado.
—¿Te imaginas? —le comenté— llegar allá y encontrarte alegres y saludables a nuestros papás, nuestros dos hijos que murieron siendo muy pequeños, algunos amigos, inclusive nuestras mascotas y a…
Nos miramos uno al otro y exclamamos al unísono:
—Darwin.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

