Hoy se cumplen veintitrés años de que mi papá falleció y quise escribir unas sencillas líneas in memoriam.
Él trabajó durante 40 años en Ferrocarriles Nacionales de México y como buen ferrocarrilero disfrutaba contarnos la historia de Jesús García, “El Héroe de Nacozari” y escuchar el corrido que alguien compuso en su honor.
Para mi papá, cualquier persona que diera su vida para salvar a otros —como lo hizo Cristo Jesús— era digno de admiración. Fue el caso de dicho héroe mexicano.
Por cierto, Jesús García murió un 7 de noviembre de 1907 y mi papá el mismo día, pero del 2001, en el día del ferrocarrilero.
Por lo menos en tres ocasiones tuve la oportunidad de presenciar cómo era el trabajo de mi padre: muy pesado.
Él y sus compañeros cargaban y descargaban mercancía de los vagones del tren.
Recuerdo una vez que lo vi cargando sobre sus hombros dos costales. No sé si contenían maíz, frijol o algún otro producto, pero calculo que cada uno debía pesar por lo menos treinta kilos.
El ambiente entre sus compañeros era de camaradería. Tenían una forma muy peculiar de saludarse:
—¡Qué chingaos compa Lipe!
—¡Qué chingaos compa Juan!
Pero a pesar de que en su trabajo se hablaban con palabras altisonantes, en mi casa nunca las utilizó.
Tanto él como sus compañeros eran hombres muy fuertes. Recuerdo que dos de ellos eran luchadores profesionales. Uno se llamaba Juan Barrientos y le decían “El Timador” y del otro desconozco su nombre, pero me parece que le decían “El Galaf”.
Mi papá era un apasionado por la lectura y por supuesto, le gustaba escribir.
¿Que si tuvo defectos o errores? Lo más seguro es que sí, pero eso no impide que yo lo recuerde con admiración y cariño.
Para finalizar quiero compartir una anécdota que contiene uno de los muchos aprendizajes que me dejó y que, por cierto, ya he publicado en alguna otra ocasión. La titulé:
“ES SOLO UN BULTILLO”
—Quiero ir al baño —le dije a mi mamá una de esas noches airosas.
—Pues ve —me respondió.
—Es que tengo miedo.
—¿De qué tienes miedo? —intervino mi papá.
Guardé silencio, no supe responderle. Yo tenía como seis años y la distancia entre nuestra habitación y el cuarto de baño era de unos veinte metros los cuales tenía que atravesar por un patio donde estaban las macetas de mi madre, un árbol de durazno y otro de aguacate, iluminado por una tenue luz amarilla
—Vamos —me dijo mi papá— yo te acompaño.
Salimos de la habitación, atravesamos el patio y entré al cuarto de baño dejando la puerta entreabierta, mi papá esperó afuera.
—Papá, ¿qué es eso que se oye?, arriba.
—Es el ruido que produce el aire al mover las ramas del árbol.
—Papá, ahí veo una sombra que se mueve.
—¿Dónde? —me preguntó al momento que se asomaba por la puerta.
—Ahí —dije señalando hacia el techo— ese, ese bultillo.
Mi padre observó la sombra a la que me refería y luego investigó la razón del movimiento.
—No tengas miedo, mira, es esto que mueve el aire —respondió a la vez que recorría con su mano una lámina de metal.
Esa anécdota creó entre nosotros una frase o código secreto que a la postre utilizaríamos en diferentes situaciones de la vida, pues ya cuando me hice adulto y él un adulto mayor, en ocasiones yo regresaba de mis viajes de trabajo, lo iba a visitar a su casa y platicábamos hasta bien entrada la madrugada y siempre que le compartía algo que me causaba preocupación él me decía:
—No tengas miedo hijo, acuérdate que es solo un bultillo.
Y sí, lo que él me enseñó desde niño y lo reafirmaba con esa frase, me ayudó a no temerle a nada, hasta la fecha. Él me decía: “Lo único a lo que debes temer en esta vida es a ofender a Dios”.
Por eso es que hoy mi apreciado(a) lector(a), en honor a mi querido padre, quiero compartirte nuestro código y decirte que, si algo te preocupa o te asusta, no tengas miedo, pon esa preocupación en las manos de Dios, afróntalo con valor y ya verás que todo saldrá bien. Al final de cuentas, es solo un bultillo.
Nota final: En la foto que anexo a esta publicación se puede ver a mi papá caminando con su bicicleta afuera de la presidencia municipal de Celaya, posiblemente en los años sesenta.
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