Esa mañana me puse mi túnica y mi keffiyeh —mi turbante— color beige y salí de mi casa para integrarme a la caravana que se dirigía al pueblo de Belén. Se había corrido la voz de que ese día nacería Dios en forma de un Niño y yo sentía curiosidad por conocerlo.
Recorrimos varios kilómetros en medio del sol abrasador y antes de llegar al pueblo sentí una preocupación muy grande al observar que todos llevaban obsequios para al recién nacido. Yo solo traía mi alforja en la que cargo mis libros. Debí haber previsto la compra de un obsequio digno para Él.
Cuando entramos a Belén vi que todos los peregrinos se dirigieron hacia un pesebre. La gente se arremolinaba en la entrada. Yo me senté en una roca a unos veinte metros de distancia, a la sombra de un árbol. Le di un trago de agua a mi cantimplora de piel de camello y me sequé el sudor de la cara con mi keffiyeh.
Cuando llegó la noche se había retirado toda la gente y el pesebre quedó sumido en un silencio absoluto.
De pronto vi que salió del pesebre José, el recién estrenado padre de familia. Su imagen no se parecía en nada a la que pintan en algunos cuadros donde lo hacen ver como un anciano. Era un hombre apuesto a quien yo le calculé por lo mucho unos veintiocho años de edad.
—La paz sea contigo Fer —me dijo.
Su saludo me tomó por sorpresa ¿cómo supo mi nombre? Rápido me puse de pie sacudiéndome el polvo de mi túnica a la altura de las pompas.
—Y también contigo —respondí y le hice una reverencia.
—Ya solo faltas tú, ¿por qué no has entrado?
—¿Eh? Este… —titubeé— es que…
¿Cómo podía explicarle que no traía yo un regalo para ellos?
—Vamos, no te preocupes —exclamó como si me hubiera leído el pensamiento—acompáñanos esta noche.
Me dirigí hacia él. José cruzó su brazo sobre mis hombros y entramos al pesebre. Lo que sucedió después trataré de explicarlo con palabras pero es una realidad que el lenguaje, verbal o escrito, es limitado para expresar lo que hay en el corazón.
Vi a la Santísima Madre sentada sobre el heno acurrucando al Niño en sus brazos y cubriéndolo con una manta. Ella, cuando me vio sonrió de una manera tan dulce que me sentí atraído de inmediato.
Me acerqué con lentitud y me quité el turbante. Me hinqué para adorarlo y ella me mostró al Niño abriendo un poco la manta que lo cubría.
Sentí cómo su gran amor me invadió por completo. No supe que hacer. Instintivamente empecé a hurgar en el interior de mi alforja queriendo encontrar algo que sabía bien que no había comprado.
Ella sonrió y yo bajé mi mirada apenado.
—No te angusties —exclamó ella— a Él le gustan las cosas sencillas, ofrécele lo bueno que hay en tu corazón.
Asentí con la cabeza.
La Santísima Madre se puso de pie y cuál sería mi sorpresa cuando de pronto me entregó al Niño Dios. Me sentí muy nervioso. No soy muy afecto a cargar bebés, temo que se me vayan a caer. Ella sonrió y tocó mi hombro con suavidad. Sentí de inmediato una confianza tal que borró todos mis miedos.
Cuando vi al Niño, mi corazón saltó de gusto.
—¿Quieres pedirle algo? —Me preguntó ella. Alcé mi vista y la miré— anda, hazlo.
Volví a mirar al Niño y ahí, frente a Dios Todopoderoso le pedí por ti, por mis familiares, por mis amigos e incluso por mis enemigos, para que en esta Navidad Dios nazca en nuestros corazones y permanezca con nosotros por siempre.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.


Ungusto seguir disfrutando de sus lineas que alimentan el alma y espiruti, le deseo a usted su familia y todos sus lectores paz armonia saludos y un fuerte abrazo
Me alegra que le hayan gustado estas sencillas líneas y agradezco su comentario y sus buenos deseos. También yo le mando un abrazo afectuoso y muchas bendiciones. Feliz Navidad.
Excelente cuento, bendiciones para usted Sr. Fermín
Me alegra que le haya gustado esta publicación. Le mando un abrazo muy cariñoso y mis mejores deseos para usted y su familia. Feliz Navidad.
Gracias Fermín por compartir la forma en cómo lo describes lo hace sentir a uno como si fuéramos a un lado tuyo en el relato.
Muchas gracias por leer mi querido amigo Ramón, me alegra que te haya gustado. Te mando un gran abrazo y muchas bendiciones para tu familia.
Que hernosa reflexion y la gran humildad que muestra, al no loso pedir por los que ama, si no tambien por los que no lo aman y esto es por el gran corazon que muestra.
Dios siempre lo bendiga a usted y su hermosa familia.
Me alegra que le haya gustado esta sencilla publicación apreciable Vicky. Le agradezco sus comentarios. Creo que todavía me falta mucho por mejorar en cuestión de humildad y de otras cosas, pero bueno seguiremos trabajando. Aprovecho para desearle una muy Feliz Navidad. Espero que se la pase muy bonito en compañía de su familia. Le mando un abrazo muy afectuoso.