Ese día me encontraba de pie en la esquina de una de las principales avenidas de la ciudad cuando vi que dos automovilistas discutían desde el interior de sus respectivos vehículos.
De pronto uno de ellos se bajó y con un bastón de seguridad en la mano se dirigió al otro profiriéndole palabras altisonantes. El otro conductor tomó una barra de metal y se bajó también respondiéndole de la misma manera.
Mi corazón se aceleró. Por fortuna no pasó a mayores, ambos se empezaron a calmar, se subieron a sus autos y siguieron su camino.
Esa escena me hizo reflexionar sobre cuán propensos estamos los seres humanos de caer en la tentación de reaccionar con violencia. Eso es lo que se promueve en general en la sociedad.
Me parece que el autocontrol debería ser una asignatura que nos convendría aprender desde niños y de esa forma desarrollar nuestra inteligencia emocional.
Ya lo dijo el filósofo chino Lao-Tsé: “El que domina a los demás es fuerte, pero el que se domina a sí mismo es poderoso”.
Seguí mi camino recordando que Jesús de Nazaret también lidió con la reacción violenta de sus apóstoles.
Una vez, Él y sus discípulos deseaban entrar a una aldea pero no quisieron recibirlos. Viendo esto, Santiago y Juan le preguntaron a Jesús: “¿Quieres que mandemos que llueva fuego del cielo y los consuma?”. El Maestro los reprendió por esta actitud y se fueron a otra aldea.
En otra ocasión, en el huerto de los olivos, una multitud de gente fueron a aprehender a Jesús. Uno de los que estaban con el Maestro sacó su espada y le cortó una oreja a un criado del príncipe de los sacerdotes. Entonces Jesús le dijo: “Vuelve tu espada a su sitio pues quien usa la espada, perecerá por la espada. ¿Piensas que no puedo acudir a mi Padre y pondrá en el momento a mi disposición más de doce legiones de ángeles?”
Renunciar a la violencia no significa renunciar a defender nuestros derechos cuando alguien quiere pasar por encima de ellos. Jesús nos puso la muestra de cómo defendernos una vez que, estando frente a Caifás uno de los ministros asistentes le soltó una bofetada a Jesús quien replicó diciéndole: “Si he hablado mal, dime en qué y si no, ¿por qué me golpeas?”. Así se defendió, contundente y sin violencia.
La lección está clara, ahora solo falta que tengamos disposición para aplicarla.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

