Una tarde, estando en su casa, una señora empezó a sentirse mal, vomitó sangre y perdió el conocimiento. La llevaron de inmediato al área de urgencias del Instituto Mexicano del Seguro Social. Los médicos la atendieron y en unas cuantas horas ya se encontraba consciente.
Aún se encontraba en el área de urgencias cuando de pronto llegó otra paciente en estado grave. Era una joven de unos dieciocho años de edad. La recibieron en el área de choque y de nueva cuenta los médicos y enfermeras hicieron bien su trabajo. La señora escuchó decir a los doctores que tenían que hacerle a la joven una limpieza intestinal.
Ya por la madrugada, ambas pacientes coincidieron en la misma sala, en camas contiguas.
—¿Cómo te sientes? —inició la conversación la señora.
—Mucho mejor, gracias —contestó la joven.
— ¿Qué fue lo que te pasó?
—Tomé veneno para ratas.
— Ah que caray, seguramente lo tomaste por accidente.
La joven lo negó con la cabeza. La señora respetó su silencio y le sonrió.
—¿Sabes? Por muy grandes que sean tus problemas vale la pena vivir. Al final, todo se tiene que resolver.
La joven asintió con la cabeza y después de unos minutos preguntó:
—¿Y usted por qué está aquí?
—Tengo cáncer y tuve una crisis. A veces así me pasa después de recibir mi quimio.
—Lo lamento, seguramente es muy difícil sobrellevar esa enfermedad.
—Lo es —reconoció la señora— pero tengo ganas de vivir, de disfrutar a mis hijos y por qué no, llegar a conocer a mis nietos si es que Dios me lo concede.
Estuvieron platicando por largo rato. En un lugar como ese no hay nada mejor que hacer. La señora provocó tal confianza en la joven que ésta le confió la razón por la cual intentó suicidarse. Con mucha paciencia y comprensión la señora le dio algunos consejos y una inyección de ánimo y valor para afrontar la vida.
Ya por la mañana llegó un médico y al revisar a la joven decidió darla de alta. Los familiares de ésta trajeron su ropa para que se vistiera y en lo que entregaban el pase de salida la muchacha se despidió de su nueva amiga.
—Gracias a Dios —exclamó la señora— me da gusto que ya puedes irte a tu casa. Recuerda lo que te dije, échale ganas y cuídate mucho.
La joven asintió y le dio un abrazo. La señora estuvo internada varios días pero llegó un momento en que también fue dada de alta, sin embargo, tres meses después falleció. La muchacha sigue viviendo hasta la fecha con una actitud más renovada.
Lo que acabo de relatar es real y si me preguntan que si creo en los ángeles mi respuesta es: Sí. En este caso: los médicos, las enfermeras y por supuesto la señora. A ella la llevaron al IMSS para que le salvaran la vida pero nunca pensó que ella misma sería un medio que Dios utilizaría para salvar la vida de otra persona. Así trabajan los ángeles y me siento bendecido de haber conocido a una en persona.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

