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Una mujer embarazada acudió con su médico para solicitarle apoyo: deseaba abortar.
—¿Tiene usted más hijos? —le preguntó el doctor.
—Sí, tengo otros tres.
—¿Qué edades tienen?
—Doce, ocho y tres años.
—Bien, le voy a pedir de favor que en la próxima cita y antes de realizar el proceso venga acompañada de sus hijos.
—Pero… ¿para qué se requiere la presencia de ellos? —preguntó ella.
—Es solo un requisito —respondió el médico sonriendo.

Al poco tiempo la joven madre regresó a la clínica esta vez acompañada de sus niños. El doctor los saludó en la sala de espera, les pidió a éstos que aguardaran afuera del consultorio y muy amablemente invitó a pasar a la mujer. Dejó la puerta entreabierta para que ella no los perdiera de vista.

—Bien —dijo el médico a la vez que se sentaba en la silla que se encontraba a un lado de donde estaba la señora— usted me solicitó apoyo para realizar un proceso.
—Sí doctor.
—Mire por favor a sus hijos —exclamó señalando hacia donde estaban ellos— ¿A cuál de los tres desea que asesinemos?
—¿Qué? No doctor, no quiero que asesine a ninguno de mis hijos.
—¿Entonces qué es lo que desea?
—Yo solo deseo interrumpir mi embarazo.
—Pues eso es igual que asesinar, pero yo le pregunto ¿por qué al que lleva en su vientre si es el más vulnerable? El mayor de sus hijos o los otros dos al menos pueden gritar y pedir ayuda.

La mujer guardó silencio.
—Es que no sabe usted doctor lo difícil que es traer al mundo a un niño cuando mi situación económica es tan precaria.

El doctor asintió con la cabeza, puso su mano en el brazo de la mujer y le dijo:
—Piénselo bien por favor. No tiene idea de la carga moral que sufre una mujer que ha abortado. Es algo que no se borra en toda su vida.

Acto seguido le entregó una tarjeta.
—Si su situación económica no le permite sostener al bebé, en esta tarjeta encontrará información de un centro de adopción, pero por favor, déjelo vivir. A usted y a mí nos dieron la oportunidad de hacerlo, no le quite ese derecho a su bebé.

La mujer asintió con la cabeza, pensativa. El médico concluyó diciendo:
—No se angustie, aún no ha pasado nada.

La joven madre lo reconsideró y decidió tener al bebé. Con muchos sacrificios logró afrontar sola, pero con la ayuda de Dios la situación económica que vivía. Sus cuatro hijos crecieron y formaron su propia familia y adivina con quién vive ella hoy. Exacto, con su hijo menor, aquél a quien pensaba abortar. Esa mujer goza de la alegría de ser abuela y con su conciencia tranquila cada día le da gracias a Dios por haber tomado la mejor elección de su vida.

Fermín Felipe Olalde Balderas
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas

Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

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