Me fue difícil conseguir una cita con él, pero por fin lo logré. Ese día llegué diez minutos antes de la hora señalada, entré a la pequeña sala de espera y saludé a su asistente.
—Si gusta tomar asiento —exclamó ella— el doctor lo recibirá en unos minutos.
Le agradecí, pero no pude resistir la tentación de seguir de pie, mirando uno a uno los diplomas y reconocimientos que colgaban en la pared y que acreditaban al norteamericano Abraham Maslow como egresado de la Universidad de Wisconsin, con una maestría y un doctorado en Psicología, Filosofía y Artes.
—Pase por favor —me indicó la asistente— el doctor lo espera.
Cuando él me vio se dibujó una sonrisa en su rostro, se puso de pie, salió de detrás de su escritorio y me recibió con un abrazo. No me lo esperaba, me sentí honrado de conocer a semejante humanista.
—¡Que tal Fer! Me dijeron que viajaste desde lejos para verme.
—Así es doctor, le agradezco mucho que me haya destinado un espacio de su valioso tiempo.
—No te preocupes —dijo mientras volvía a tomar asiento y me invitaba a hacer lo mismo— no es común que alguien me visite desde el siglo XXI. ¿Cómo están las cosas por allá? ¿Aún se escucha mi nombre?
—¡Oh sí! el análisis de la pirámide que lleva su apellido es un tema imprescindible a estudiar en la universidad.
—¡Vaya! Pues nunca pensé que yo, un chiquillo hijo de migrantes judíos precedentes de Ucrania fuese a trascender de esa manera, ¿sabías que en mi niñez siempre me consideré solitario e infeliz?
—Algo leí al respecto —respondí— sé que de niño se refugió en la lectura.
—Así es y mira, eso demuestra que no trasciende el más inteligente sino el más persistente.
Asentí. Estuvimos intercambiando ideas por casi tres horas, aunque me parecieron tres minutos y ya cuando estaba por despedirme de él, me preguntó:
—Bueno, pero me gustaría saber tu opinión respecto a la pirámide de necesidades que lleva mi apellido ¿crees que le falte algo?
Me quedé pensando un momento.
—Ahora que lo dice, tengo un comentario que hacerle.
—Adelante.
—En el nivel básico de las necesidades del ser humano…
—Las fisiológicas —adelantó él.
—Exacto, usted ubica las más elementales: comer, ir al baño, respirar, dormir….
—Así es.
—Sin embargo, el afecto, el amor y la aceptación la ubica hasta un tercer nivel, después de la seguridad.
—¿Y qué piensas al respecto?
—Pienso que una necesidad básica de los seres humanos es sentirnos amados. Es cierto, si uno no respira o no come, puede morir, pero creo que también se muere de otra forma, emocionalmente.
Él me miraba directo a los ojos asintiendo con la cabeza.
—Si yo pudiera hacer un cambio en su pirámide movería el amor al primer nivel, es decir, en la base o al menos en el segundo nivel porque sentirse amado, da seguridad.
Él encendió un cigarrillo e hizo un ademán con su mano derecha para que yo continuara hablando.
—Déjeme contarle algo doctor, en el siglo XXI habrá una enfermedad más mortal que cualquier peste y esa es la falta de amor. Creo que los seres humanos, necesitamos sentirnos amados de forma tan urgente como respirar o comer, por lo tanto, me parece que el amor es una necesidad elemental, de subsistencia.
—¿Entonces piensas que la falta de amor puede convertirse en una cuestión de vida o muerte? —me preguntó.
—Ya lo creo.
—¿Y en qué te basas para pensar así?
—Porque he conocido personas que se han quitado la vida porque no se sienten amadas.
El doctor reclinó su sillón, asintió con la cabeza y aspiró su cigarro.
—¿Podría meditarlo? —le pregunté.
—¡Claro! —respondió dejando escapar una bocanada de humo— lo pensaré y nos vemos en el futuro.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

