EL INCIDENTE PROTECTOR

Esa mañana Laura estaba muy contenta porque era día de quincena. Esperaba con ansia que concluyera su jornada laboral para ir a cobrar sus tres mil pesos.

Llegó frente al cajero automático e introdujo su tarjeta, pero al realizar el proceso de disposición el dispensador se trabó. Se asomó por la ranura por donde sale el dinero y vio que uno de los billetes estaba atorado, obstruyendo a los demás. Con mucho cuidado, con las yemas de sus dedos trató de sacarlos, pero, solo pudo rescatar uno de a doscientos. De inmediato apareció en la pantalla del cajero la leyenda “fuera de servicio”.

Sintió una enorme frustración. Era la hora del calor. Había mucha gente esperando turno para pasar. Se dirigió con rapidez a las oficinas del banco, por fortuna aún era horario de servicio. Fue atendida por una ejecutiva quien levantó el reporte y le indicó el procedimiento a seguir. Duró más de una hora tratando de resolver el problema, sin conseguirlo, pero logró que se comprometieran a depositarle su dinero dentro de las siguientes 48 horas.

Introdujo el billete en su bolso y salió triste pensando cómo aprovechar los doscientos pesos. Recordó que en casa tenía guardado un poco de efectivo.

Había caminado un par de cuadras cuando de pronto sintió que alguien colocaba una pistola en su espalda.

—¡No voltees, solo dame tu bolso! —exclamó el delincuente que la había estado observando desde que estaba en la institución bancaria.

A la chica se le erizó la piel e hizo lo que el maleante le ordenó y una vez que éste logró su cometido se dio a la fuga.

Con una mezcla de tristeza y coraje, Laura caminó de regreso a su casa cuando de pronto llegó un pensamiento a su mente: “¿y si no se hubiera trabado el cajero automático? El asaltante se hubiera llevado toda mi quincena”. Entonces le dio gracias a Dios porque resultó ilesa del atraco, vale más la vida que todo el oro del mundo. Ese día aprendió que a veces los sucesos que nos parecen adversos en realidad son medidas que Dios permite para nuestra protección.