Su esposa ya había fallecido y él estaba por seguir sus pasos, pero antes de morir externó una frase que desconcertó a sus dos hijos:
—Espero que sepan aprovechar la herencia que les hemos dejado.
Los dos hijos intercambiaron miradas. “¿A qué herencia se refiere?”, se preguntaban. Y es que la forma de vida del señor era muy austera, ni siquiera tenía casa propia. A partir de ese momento el hijo menor se dedicó a investigar si había dejado cuentas bancarias o bienes inmuebles, pero no encontró nada. Pasó el tiempo y un día que estaban reunidos, el menor le preguntó al mayor si él había recibido la herencia que sus papas habían dejado.
—¿Por qué me preguntas eso?
—Porque veo que has progresado, te veo feliz y tu familia cuenta con lo necesario.
—Pues sí, tienes razón, yo recibí la herencia que dejaron nuestros padres.
—¿Y cuánto fue?
—Querrás decir ¿Qué fue? —respondió el hijo mayor ante la mirada perpleja de su hermano.
—Nuestros padres me dieron estudios hasta donde su capacidad económica se los permitió y hasta donde yo quise llegar. Con eso, pude obtener un trabajo honesto que me ha generado ingresos. Aprendí a administrarlos adecuadamente, a evitar gastos superfluos y a adoptar el hábito del ahorro. Gracias a todo lo anterior tenemos lo necesario para vivir dignamente. Pero eso no es lo más importante, nos dieron ejemplo de cómo trabajar honradamente, de actuar siempre con rectitud, de tener fe en Dios y en nosotros mismos. Aprendí a respetar a los demás, a vivir con alegría y tener objetivos por los cuales luchar y así puedo incrementar la lista. Esa fue la herencia que me dejaron mis padres.
—Pero, es lo mismo que me dejaron a mí —replicó su hermano— ¿Por qué no he progresado igual?
—No lo sé, tal vez, porque primero tienes que reconocerlo y luego, saberlo aprovechar.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

