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Era la víspera del día de reyes de 1972. Yo tenía ocho años y vivía en uno de los barrios más pobres y peligrosos de la ciudad.

Estábamos, un grupo de niños cuyas edades oscilaban entre los cinco y ocho años, sentados en círculo afuera de la casa de Doña Casilda. Eran como las seis de la tarde y el sol anunciaba su retirada. De pronto alguien hizo la pregunta clásica “¿Qué le van a pedir a los reyes?”. Cada quién externó su petición. Tal vez por sentido común sabíamos que juguetes como una bicicleta, una autopista o una muñeca Barbie, estaban destinados solo a los niños ricos. Para nosotros, un buen regalo era una pelota, un carrito de plástico, un juego de té o una muñeca tradicional y si teníamos suerte, hasta nos podrían traer dulces o galletas.

Los rostros de cada uno estaban llenos de alegría y de ilusión. Ese día, en especial Chepina, una niña flaquita, güerita y con pecas, estaba de un entusiasmo contagioso. Nos dijo que una vez ella había visto a los reyes magos pasar por la cerradura de la puerta de su casa pero que había simulado estar dormida para que le trajeran sus regalos. Hablaba de lo que les iba a pedir y estaba tan convencida de que le llegarían, que la envidiamos.

Mientras estábamos comentando todo eso, pasó cerca de nosotros la señora Delia, una vecina que no tenía esposo, pero tenía un hijo, sin embargo, el niño nunca salía a jugar con nosotros. Cuando le preguntábamos por qué no salía el niño, ella contestaba que estaba enfermo. Cuando crecí, supe que en realidad su hijo tenía autismo. La cuestión es que ella se acercó a nosotros y nos preguntó lo que le íbamos a pedir a los reyes, repitiendo cada uno lo que ya habíamos dicho. Ella también se mostró entusiasmada y nos platicó lo que su hijo pediría. Generó tal confianza con nosotros que una niña le preguntó:

—¿Por qué es que los reyes les traen regalos a algunos niños y a otros no?

Uno de los niños se adelantó a contestar.

—Es porque se portan mal.
—No es eso —contestó ella sonriendo— lo que sucede es que cada niño es diferente y a los niños que no les traen regalos es porque Dios les tiene preparado un regalo más grande para cuando crezcan.

De momento no entendimos su respuesta, eso de esperar un regalo en un futuro incierto no era algo que nos agradaba, pero viniendo de doña Delia, le creímos.

Ese día, todos nos fuimos a casa llenos de ilusiones. Yo, por más que hacía lo posible, no podía dormir, pero finalmente caí en un sueño profundo y serían las cinco o seis de la mañana cuando se empezaron a escuchar ruidos en la calle. Era el sonido de los juguetes y la algarabía de los niños que salieron a jugar.

Para cuando salió el sol, ya todos, inclusive Doña Delia, estábamos afuera, felices, excepto Chepina. Fueron las niñas las que notaron su ausencia y nos dijeron que no había salido de su casa, así es que fuimos a tocar y ella abrió la puerta.

Su carita no era la de la niña entusiasta y feliz que vi ayer, su expresión triste fue tan impactante para mí que a pesar de que han pasado cincuenta años, todavía siento ganas de llorar cuando la recuerdo.

—¿Qué te trajeron los reyes Chepina?.
—Nada.

No estábamos preparados para esa respuesta.

—¿Nada? —preguntó Mary.

La niña bajó su mirada y movió su cabeza negativamente. Salió, cerró su puerta y se sentó en cuclillas junto a sus amiguitas que ya jugaban con sus muñecas.

Yo veía cómo sus ojos miraban a una y otra muñeca con un dejo de nostalgia. Como un gesto de solidaridad y nobleza, una de las niñas le prestó su muñeca y vi cómo Chepina le acarició su carita y empezó a peinarla, pero cuando parecía encariñarse con el juguete, la propietaria, preocupada, rápidamente se la quitó.

La señora Delia vio la situación y creo que no pudo resistir porque mejor se fue. Aunque yo, como todos mis amigos, seguíamos jugando, cada en cuando volteaba a ver a la niña sin que pasara nada diferente, hasta que sucedió un milagro: Llegó la señora Delia con una bolsa negra de plástico en sus manos.

—Niñas, niños, ¡vengan, vengan!

Chepina, sin saber lo que pasaba, se puso de pie y se acercó a la señora. Todos las rodeamos
—¿Qué creen? Resulta que no es que a Chepina no le hayan traído nada, lo que sucede es que ¡Los Reyes se equivocaron! Dejaron en mi casa este regalo que tiene escrito el nombre de Chepina.

En ese momento, la señora sacó de la bolsa un obsequio envuelto en papel de regalo con un gran moño rosa y se lo dio a la niña.

—¡Ábrelo Chepina! —empezamos a gritar todos.

La niña estaba tan emocionada que no podía romper el papel envoltura. Cuando por fin lo logró, sacó un paquete que contenía una muñeca Barbie nuevecita, con infinidad de accesorios. Se escuchó un murmullo impresionante de las demás niñas.

—¡Guau, una Barbie!

Todos abrazamos a Chepina y a Doña Delia quienes no pudieron contener las lágrimas. “¡Claro!”, pensé. No podía ser que un niño o niña se quedara sin juguetes este día. Definitivamente era obvio que había sido una equivocación de los reyes magos, seguramente por las prisas.

La niña ahora estaba feliz. Se puso a jugar con todos y unas horas después, la señora Delia le preguntó a Chepina si ya les había enseñado su regalo a sus papás.

—No —contestó la niña— mi mamá se fue al cielo cuando yo era más pequeña y mi papá nunca viene a casa.
—¿Pero entonces con quien vives?
—Con mi abuelita —contestó la niña sin dejar de peinar a su flamante muñeca— sólo que ella está muy enferma.

Por una extraña razón busqué el rostro de Doña Delia y encontré una mirada llena de ternura y una sonrisa de satisfacción y sin que nadie lo esperáramos, Chepina dejó de peinar a su muñeca y dijo algo que recordaré por siempre:

—Tenía razón señora, a los niños que no les traen regalos el día de los reyes es porque Dios les tiene preparado un regalo más grande.

Fermín Felipe Olalde Balderas
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas

Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

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Sivilina Cervantes
Sivilina Cervantes
enero 4, 2023 5:32 pm

Muchas gracias por sus reflexiones me remontan a mis días de infancia que cómo dise usted con dulces ,pelotas o unas galletas uno era feliz nunca se quedó uno sin reyes

Cecilia Blanco Álvarez
Cecilia Blanco Álvarez
enero 5, 2023 4:52 am

Hermoso relato, gracias Fer, me hizo llorar , pues me remonté a mi niñez y pues nada, reviví esa etapa.

Sofia
Sofia
enero 6, 2023 5:51 pm

Muy bonito todo lo que escribes. Y wue lo compartas más. Gracias

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