Si yo escribiera todas las bendiciones que recibí durante el año que acaba de terminar, resultaría una lista muy grande y me siento agradecido por ello, pero no debo olvidar que todas esas bendiciones son temporales.
Uno de los libros que contiene la Biblia es el de Job, un hombre sencillo, recto y fiel a Dios, que gozaba de bendiciones y prosperidad, pero cierto día Satanás compareció ante el Señor.
—¿Has puesto atención a mi siervo Job? —le preguntó Dios— No hay nadie como él en la tierra.
—A poco crees que Job sirve a Dios de balde —respondió el diablo— ¿Acaso no lo tienes protegido a él, su
casa y toda su hacienda? ¿No has echado bendición sobre todas las obras de sus manos? Pero anda, extiende un poquito tu mano y quítale lo que le has dado y ya verás cómo te desprecia en tu cara.
Entonces Dios permitió que Job perdiera, primero sus bienes, luego a su familia e incluso hasta su salud, pero se mantuvo fiel y al final de la prueba, Dios le recompensó su fidelidad dándole mucho más de lo que había perdido.
Si a mí me hubiera ocurrido lo que a Job, te aseguro que ya hubiera renegado y hasta maldecido mi suerte, porque estoy consciente que me falta llegar a ese nivel de amor que se demuestra siéndole fiel hasta en la más terrible adversidad. Por eso es que en este nuevo año mi propósito es continuar aprendiendo a amarlo en persona de mis semejantes y reconocer que, de todas, Dios es nuestra mayor bendición.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

