Hace muchos años, cuando aún vivía mi madre, recuerdo que una noche yo estaba dormido y soñé una pesadilla en la cual era perseguido por una entidad maligna y aunque lograba asestarle golpes, no le hacía daño alguno.
Me desperté asustado y sudando, pero cuando me di cuenta que no era real volví a cerrar los ojos, el problema fue que la pesadilla regresó y de nuevo me desperté sobresaltado.
A la mañana siguiente me senté en una de las sillas del comedor para disponerme a desayunar y le conté a mi mamá mi pesadilla.
—Seguramente cenaste mucho —me dijo mientras ella servía el desayuno.
—¿Por esa razón ocurren las pesadillas? —le pregunté.
—SÍ, pero también puede ser que algo te preocupe o temas que alguien te quiera hacer daño.
Me quedé pensativo y descarté esa última posibilidad, así es que se lo atribuí a la buena dotación de tacos que había cenado la noche anterior. Ella terminó de realizar su actividad, puso su mano en mi hombro, se sentó en la silla que se encontraba junto a mí y con su hermosa sonrisa me dijo:
—Te voy a dar dos consejos para cuando sueñes una pesadilla: Cuando despiertes sobresaltado no te vuelvas a dormir de inmediato. Enciende la luz, levántate al baño o al menos quédate sentado unos minutos en la cama para dar tiempo a que se borre de tu mente ese mal sueño. De esa forma no volverá.
Asentí con la cabeza.
—El segundo consejo, es que en cuanto te des cuenta que es una pesadilla, le reces a la Virgen María y ya verás que pronto se aleja de ti eso que te asusta.
No sé qué pensaría Sigmund Freud de esos consejos, pero funcionan y ahora que tengo a mis hijos se los he compartido y siguen funcionado.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

