—Buenas tardes don Esteban —saludó don Felipe a su vecino— vengo a comentarle que ayer sus hijos rompieron el cristal de la ventana de mi casa.
—Ah sí, algo me comentó mi esposa —exclamó don Esteban.
—Pues ¿cómo ve? ¿Sería tan amable de reponernos el cristal?
—Ay don Felipe, la verdad ahorita no tengo dinero y además, es normal que los niños sean traviesos.
—Mire don Esteban, una cosa es que los niños sean inquietos y otra es que sean destructores.
—Sí don Felipe, fíjese que ahorita que los muchachos entraron a la adolescencia estoy teniendo problemas con ellos. Tenemos que obligarlos para ir a la escuela, no hacen la tarea, no quieren ayudar en la casa y le alzan la voz a su mamá. Ya no sé qué hacer.
—Pienso que tal vez les faltó un poco de disciplina —comentó don Felipe.
—¡Pero si sí les pego! —replicó don Esteban.
—Pero ¿Quién dijo que la disciplina es golpear a los chicos?
Don esteban miró a su vecino sin entender.
—Mire don Esteban, a los niños hay que inculcarles disciplina desde muy pequeños porque si no se les establecen límites desde esa edad, cuando crezcan serán personas problemáticas. La disciplina son ciertas reglas de comportamiento que debe haber en todo hogar para mantener el orden entre los integrantes de una familia. No consiste en golpear a nadie. Por ejemplo, los niños deben ayudar con los quehaceres en casa, acudir a la escuela, hacer sus tareas y tienen derecho a jugar, pero sin faltarle el respeto a nadie ni dañar la propiedad de otra persona.
—Pues yo les digo y les digo y no me hacen caso —comentó don Esteban— les pego y ni así.
—Primero que todo —respondió don Felipe— usted debe poner el ejemplo en la casa. Pregúntese ¿Cómo quiere que se porten sus hijos? Lo que responda, usted lo debe hacer primero, con eso ganará algo que se llama autoridad moral. Teniendo usted autoridad moral, podrá hacer conciencia en sus hijos e incluso exigirles con una mezcla de firmeza y amor, lo que ellos deben hacer. Sin necesidad de golearlos y solo así, es como logrará formar personas de bien.
Don Esteban reflexionó en que tenía dos cosas en su contra: primero, él mismo no era un buen ejemplo de disciplina en su casa y segundo, no había educado a sus hijos desde pequeños y no sabía si aún sería tiempo de componer las cosas.
—“Nunca es tarde para empezar” —exclamó don Felipe como leyendo su pensamiento.
—Le agradezco mucho el consejo vecino, empezaré por reponerle el cristal de su ventana.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

