El 19 de septiembre de 1985 ocurrió un terremoto que cimbró a toda la República Mexicana, pero principalmente al entonces denominado Distrito Federal.
Ese día, dos personas que vivían en lugares distantes de la ciudad y que no resultaron afectadas, se trasladaron y se integraron al grupo de voluntarios que ayudó en los trabajos de localización y atención a víctimas.
Compartieron días y noches de esfuerzo, se turnaban para ir al baño, tomar sus alimentos o un café, se cuidaban recíprocamente para evitar accidentes. Crearon un lazo de amistad tan grande, que subió al nivel de hermandad.
Cuando finalizaron los trabajos de apoyo, cada quien regresó a sus actividades cotidianas, sin embargo, a partir de ese momento empezaron a frecuentarse y a convivir con sus familias. Ha pasado el tiempo y su hermandad perdura hasta la fecha.
¡Ah! Y una cosa que se me pasó contar es que esas dos personas simpatizaban con partidos políticos opuestos, antagónicos, pertenecían a distintas religiones y les gustaban diferentes deportes, pero, eso a quién le importa, porque cuando una persona desarrolla la capacidad de ver a otra como su hermano(a), esas diferencias pasan a un segundo término.
Author: Fermín Felipe Olalde Balderas
Escritor, autor de los libros y de las reflexiones publicadas en este portal.

